El Amor q´no se vive se vuelve inmortal.
¿Qué es el amor?
La mayor estupidez q´puede suceder en la vida... ¿Correcto?
El amor no es tan simple
si fuera así de simple no sería amor.
No es tan fácil enamorarse... Y perderse en ese amor;
entraría en tu mente...
...en tu orgullo...
... en tu razón...
Cuando lo alcanzas te encuentras a ti mismo
huyes y aún así te atrapa en su trampa
El amor debería sacudirte... confundirte...
si el te hiere entonces lastimalo... en lo + profundo;
cuando uno de tus pies cae al suelo...
...el otro debe caminar en las nubes,
el amor debería atravesar todos tus límites
el amor debería obligarte a hacer cosas estúpidas
xro no...
Esto no debería ser tan fácil
..ni enamorarse...
...ni escapar del amor...
...ni rendirse a él, no debería ser tan fácil...
X ende si se perdonará la falta ofendería al amor.
jueves, 30 de agosto de 2018
lunes, 28 de noviembre de 2016
¿Qué es el Hygge?
LOS DANESES DECLARAN
SER FELICES POR EL HYGGE,
PERO ¿QUÉ ES EL
HYGGE?
Las
personas que viven en Dinamarca son más felices que las de cualquier otro país.
¿Por qué? Podemos responder a esta pregunta con una palabra: “Hygge”. Esta es
una palabra que no tiene traducción al español, pero Hygge se relaciona con el
bienestar personal, con el compartir momentos con los seres queridos y con
disfrutar del hogar.
¿A
quién no le gusta quedarse en casa cuando hace frío compartiendo un café con la pareja
o los hijos o leyendo un libro mientras tenemos a mano una buena taza de chocolate
caliente? Sería algo monótono si lo repitiéramos todos los días, pero repetirlo
con cierta asiduidad puede acercarnos, sin duda, a la felicidad.
Quizás
digas que ahora mucho frío, la verdad, no hace. Pero, puedes cambiar la manta y
el sofá por esa terracita o por ese paseo en el que valen más las palabras
y la compañía que los pasos. De una forma o de otra, estoy segura de que has
entendido la idea y que se te ocurren mil formas de poner esta palabra danesa
tan original en tu vida.
SENTIRSE
BIEN Y CÓMODO PARA ESTAR FELIZ.-
Cuando
se le pregunta a los habitantes de Dinamarca sobre su definición de “Hygge”
(una palabra local que no tiene traducción a ningún idioma) ellos dicen que se
trata de aquello que les hace felices. Hygge es más bien una actitud o un
estilo de vida, es buscar el lugar más acogedor de la casa, pasar tiempo
con los seres queridos y dejar de lado las obligaciones. Esa es la “clave” para
que este país escandinavo sea considerado como el mejor para vivir, aún con las
condiciones climáticas tan adversas que posee en invierno.
Durante
los meses de mucho frío, los daneses pasan casi todo el día en sus casas
(sólo hay 4 horas de luz diaria) y por ello le dan tanta importancia a la
decoración del hogar, a la comodidad de los muebles y a los espacios en las
habitaciones. También prestan vital atención a las actividades que se
desarrollan en el interior del hogar: leer, ver una película, charlar,
cocinar, jugar, aprender… y sobre todo compartir en familia.
LUGARES
ÍNTIMOS, FELICIDAD ASEGURADA.-
El
estilo minimalista no está “permitido” en Dinamarca. En realidad no
es elegido porque reduce ese sentimiento de comodidad o de sentirse protegidos
y abrigados. Por ello, para la decoración emplean colores cálidos como el
naranja o el rojo, compran muebles de maderas gruesas y accesorios u objetos
que les sean útiles.
La
intimidad de los espacios o ambientes también está relacionada a la iluminación.
Aunque sea de noche muchas horas al día ellos prefieren utilizar velas o
lámparas tenues, así como el fuego para calentarse o dar luz a la sala. Nada de
bombillas blancas o demasiado potentes.
Otro
párrafo aparte merecen las telas que se escogen, no solo para la ropa,
sino también para las alfombras, las cortinas o los cobertores de camas y
sofás. Son gruesas, de colores tierra y les reconfortan.
Para
los daneses todo ello constituye su definición de felicidad. Y no es
conformarse con quedarse en casa… es disfrutar del hogar cuando no hay
posibilidad de salir a la calle. ¡O incluso cuando el clima si lo permite!
¿TODOS
PODEMOS DISFRUTAR DEL CONCEPTO DE “HYGGE”?.-
Este
“modelo de felicidad danés” ya ha sido exportado a otras partes del mundo. ¿Por
qué? Porque incluso en ciudades alejadas del frío se han dado cuenta de que
pasar momentos en casa con la familia y los amigos, bebiendo un café,
un helado o una cerveza y haciendo algo que nos gusta es realmente
reconfortante.
En
el libro “El año que vivimos a lo danés” de Helen Russell se detalla la
experiencia de un extranjero disfrutando de este término. La autora afirma que Hygge
se trata de ser buenos con nosotros mismos, de no negarnos “los gustos”, de no
castigarnos, de buscar esos momentos de felicidad que están en las cosas
más pequeñas: un trozo de chocolate, un capítulo de tu serie favorita, un libro
que te encante, un poco de música y el calor de un abrazo.
Si nos detuviésemos
a pensar en estas “nimiedades”
nos daríamos cuenta
de que realmente
son las que nos
hacen sentir bien y estar felices.
Todo lo demás es
accesorio y mundanal:
la verdadera
sensación de bienestar
no se encuentra en
un vestidor repleto
o en un coche último modelo,
sino en compartir
nuestro tiempo
con los seres que amamos
y las actividades que nos reconfortan.
sábado, 4 de julio de 2015
La chica del tren, qué será lo que ve?????????
Nadie
tiene la fórmula perfecta para conseguir un best
seller. En este caso, el
misterio, la inseguridad en sí mismo, la paranoia, el voyerismo, la soledad y
un crimen fueron los elementos que Paula Hawkins logró combinar para conquistar
a millones de personas alrededor del mundo.
Con su
nueva novela, La chica
del tren (Ed. Planeta) arrasó en los mercados
anglosajones –lleva casi 20 semanas punteando las ventas en Estados Unidos y
Reino Unido–, y la ola está llegando a otros países. Esta semana se ubicó en el
primer lugar en ventas en Portugal y en el segundo de Franca y España. Ya está
en 30 países, entre ellos Colombia, donde ya promete una avalancha de lectores.
Los records comerciales que ha roto son múltiples. En el tiempo que lleva en el mercado ya ha superado en ventas a El código Da Vinci y El símbolo perdido, de Dan Brown, los libros de Harry Potter y J. K. Rowling.
Ella misma no reconoce a qué se debe que tantos lectores no puedan soltarla. “Si supiera la razón del éxito que ha tenido esta novela la volvería a hacer mañana”, aseguró Hawkins en una rueda de prensa en Madrid, dentro de la gira de presentación, publicada en castellano por Planeta.Cinco millones de ejemplares vendidos en seis meses reflejan el éxito cosechado por la escritora Paula Hawkins (nacida en Zimbabwe en 1972 y criada en Londres) con La chica del tren, una novela de intriga psicológica que parte de una “ventana indiscreta” desde un tren, en el que la autora reconoce claras influencias de aquella película de Hitchcock.
Periodista de profesión (se desempeñó como redactora económica en el diario The Times de Londres), Hawkins recibió el encargo de escribir varias novelas románticas para mujeres con un pseudónimo, pero los fracasos vinieron uno tras otro. Ahora, esta novela la acaba de sacar de una complicada situación financiera y profesional por la que pasaba a sus 42 años.
La semilla de la historia surgió en su diario trayecto en tren su hacia el trabajo en Londres. Hawkins pesó qué pasaría si en alguna ocasión viera algo alarmante en esas casas cercanas a las vías, en las que se vislumbran por instantes las vidas de sus ocupantes.
La autora incluyó ese y otro elemento: el de una mujer (Rachel, la protagonista de su novela), una cuarentona fracasada, que tiene cierto gusto por el vino y el gin tonic para desayunar, que está separada y viaja cada día a Londres para fingir que sigue trabajando. “Cuando junté ambas ideas vi que funcionaban muy bien”, indicó. A partir de ese pensamiento brotó la idea millonaria.
Instalada en la casa de una amiga, a la que no ha confesado que está desempleada, Rachel sube cada día en el tren hacia Londres para simular que va al trabajo y en su recorrido pasa muy cerca de su anterior domicilio donde ahora vive su expareja y de una casa en la que observa fugazmente la rutina de un joven matrimonio.
Un día, desde tren, cree haber visto algo extraño en un lugar que todos los días observaba. Queda abrumada con la imagen, pero no sabe si puede ser cierta. La paranoia, el alcohol, y una memoria nebulosa disparan la trama de La chica del tren.
Los trenes recuerdan a Hawkins escenarios de novelas policíacas como las de Agatha Christie o Patricia Highsmith, unos espacios en los que los viajeros establecen a veces “relaciones peculiares con extraños”.
“Amo las atmósferas que crean Christie y Highsmith”, señaló la escritora británica, que se ha mostrado muy orgullosa de que la puedan comparar con autoras como su compatriota Ruth Rendell.
Hawkins considera que muchos lectores se han podido identificar con el “impulso voyerista” de su protagonista, una mujer que, además, atraviesa una grave crisis después de que su expareja forma una familia con otra mujer.
La autora no esconde que los grandes thrillers británicos y americanos han influido mucho en su novela. En especial, Alfred Hitchcock, a quien admira y estima especialmente. La ventana indiscreta (en la imagen, su protagonista, James Steward) sería una de esas influencias “por el suspense, por la duda hacia uno mismo y la paranoia”, señaló.
A pesar del éxito obtenido por La chica del tren, Hawkins no se plantea por el momento una segunda parte de la novela aunque hay algunos personajes, dice, que le gustaría volver a utilizar.
En la actualidad, mientras se prepara la adaptación al cine de La chica del tren (ya Dreamworks compró los derechos), la autora se encuentra inmersa en la elaboración de otro libro de intriga psicológica protagonizado por dos hermanas que no se hablan desde hace mucho tiempo y en el que, dice, también habrá un misterio que resolver.
domingo, 28 de junio de 2015
Los caballos de bronce han visto de nuevo la luz pero no la de Adolfo Hitler.....
A finales de mayo reaparecieron los caballos de bronce
que por décadas adornaron la entrada a la Cancillería del Tercer Reich en
Alemania. Las majestuosas piezas, esculpidas por el simpatizante nazi Josef
Thorak, habían sido vistas por última vez en un campo de deportes de un cuartel
militar soviético en 1986 y, desde entonces, se creía que habían sido
destruidas durante el proceso de reunificación germana.
Sin embargo, las alarmas se
encendieron hace año y medio cuando en septiembre de 2013 una mujer alemana,
que había sido informante de la Policía, reportó a las autoridades que un
sospechoso consultor de arte le ofrecía Caballos en movimiento y otras
preciadas piezas de la era nazi por valores superiores a los 3 millones de
euros. Para identificar su paradero, la Policía berlinesa acudió al reconocido
detective Arthur Brand, dedicado exclusivamente a desmantelar redes de tráfico
de arte, quien en 2014 desató un escándalo mediático al revelar que la reina
Juliana, de los Países Bajos, habría comprado obras arrebatadas por los nazis a
los judíos.
Ejercito ruso en Berlin |
Brand, haciéndose pasar por un
ambicioso coleccionista norteamericano de apellido Moss, contactó a los
traficantes denunciados por la mujer y resolvió el misterio de los caballos de
manera novelesca. Luego de meses de llamadas telefónicas y medidos intercambios
de correos con los sospechosos, en el sótano de la imponente propiedad de un
hombre de negocios alemán, ubicada en la ciudad de Bad Dürkheim, encontraron
los equinos de bronce y cinco obras más –dos figuras femeninas, dos masculinas
y un monumental relieve en granito– que en noviembre de 1943, luego del tercer
gran bombardeo de los británicos sobre Berlín, habían sido resguardadas por
orden del führer en la vecina región de Oderbruch. En la casa de un coleccionista
en Kiel, al norte del país, también logró recuperarse una obra aparentemente
original del escultor predilecto de Hitler, Arno Breker, llamada El Ejército.
Ahora los ocho sospechosos que
arrojó la investigación de Brand, cuyas edades fluctúan entre los 64 y 79 años,
están detenidos. Las piezas, que en algún momento fueron cruciales para el
ambicioso sueño hitleriano de refundar Berlín y convertirla en la capital del
mundo bajo el nombre de ‘Germania’, reposan en un depósito policial mientras
culmina la investigación y, legalmente, pertenecen al gobierno alemán.
Comprarlas o venderlas es ilegal
pero su destino es todavía más incierto; si bien muchos museos añorarían
exhibirlas como documento histórico, hacerlo tocaría fibras sensibles, las
víctimas podrían argumentar que están siendo revictimizadas u otros simplemente
se abstendrían de tener bienes del führer para evitar tensiones políticas. ¿Qué
hacer entonces con el arte nazi? ¿Es insultante exhibirlo? ¿Debería ser
destruido?
Esconder las obras incautadas sería
un grave error, ya que lo problemático del asunto no son las piezas sino el
contexto en que se expongan. “Sería deseable que los museos alemanes que
muestren estas obras (si es que hay espacio de exhibición en los atestados
museos de ese país), las sitúen en una curaduría crítica, en su debido contexto
histórico y político, una curaduría que proponga una reflexión sobre la memoria
y las formas en que el arte puede ser capturado por el establecimiento más
radical”, Destruirlas, equivaldría a caer en el mismo juego de Hitler cuando a
finales de los años treinta ordenó quemar varias obras expresionistas y
abstractas, muchas de artistas judíos, por considerarlas arte “degenerado”.
Cualquier obra de arte u objeto
patrimonial vinculado a hechos violentos es susceptible a varias
interpretaciones, por lo que todo depende del contexto en que sea exhibido. A
modo de ver, interpretar las piezas encontradas como el componente iconográfico
del proyecto imperialista nazi, y específicamente del plan arquitectónico de
‘Germania’, es solo una manera de hacerlo: “Dentro de la historia del arte
podrían ser vistas de una manera, desde la perspectiva económica de otra, desde
la historia artística de otra, e incluso uno podría decir que sería muy
interesante verlas en una exposición de arte y propaganda ideológica”.
Así mismo, sobre la posible
revictimización de las comunidades violentadas por el régimen nazi, una
sociedad como la alemana va a ser muy difícil que alguien lea, interprete y
exponga esas piezas de tal forma que revictimice o violente a las comunidades
afectadas, principalmente por el contexto político, jurídico y de sanción
social que se ha tejido a nivel mundial en torno al tema. Si eventualmente eso
llegara a ocurrir, la crítica sería tan contundente que la exhibición jamás
saldría al público.
Sin duda, el valor histórico de
estas piezas y el interés artístico que despiertan son innegables. El reto
está, entonces, en decidir qué hacer con ellas, ya que “Alemania, un país que se precia de pertenecer
a la tradición intelectual más liberal de Occidente, no puede permitirse
destruir u ocultar ningún objeto con valor cultural por más oscuro que sea su
pasado”.
Y hablando de arte, a los dos
grandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundial les gustaba pintar. Setenta
años después, los cuadros del vencedor se venden diez veces más caros que los
del perdedor.
La semana pasada se subastaron en
Alemania 14 acuarelas y dibujos pintados por Adolf Hitler en su juventud,
cuando soñaba con estudiar en la prestigiosa Academia de Bellas Artes de Viena.
De acuerdo con la información publicada por la agencia Deutsche-Presse las
obras se vendieron por 440.000 dólares, una cifra bastante baja si se tienen en
cuenta los exorbitantes precios que se manejan en el mercado del arte.
Castillo de Neuschwanstein pintado por la mano de A. Hitler |
Una de las 14 acuarelas subastadas pintadas por Adolf Hitler |
Mientras un comprador chino anónimo
pagó 113.000 dólares por el cuadro más caro del führer, hace un par de meses
Christie’s vendió Pescados en estanque en Chartwell de Winston Churchill –uno
de los más importantes rivales de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial– por
3 millones de dólares. La diferencia de precios –explican los especialistas de
esta casa de subastas– no se debe solo al papel histórico que cumplieron ambos
personajes. Churchill pintaba mucho mejor que Hitler.
Otra de las 14 acuarelas efectuadas por Hitler |
Los paisajes con aire impresionista
del inglés son mucho más armoniosos que los del alemán, y la profundidad de la
imagen carece de los errores de perspectiva en los que cae el führer. En varias
ocasiones este último no supo pintar bien las líneas de una casa y, por consiguiente,
el edificio parece descuadrado. Además, las acuarelas del alemán suelen ser
bastante kitsch pues, en vez de capturar momentos de la vida cotidiana –como
hacían por ejemplo los impresionistas por esos años–, el líder nazi se dedicaba
a copiar postales viejas que encontraba por la calle.
Hitler llegó a Viena a comienzos
del siglo XX con poco más que una caja de acuarelas y el deseo de convertirse
en uno más de los prestigiosos artistas –entre ellos Gustav Klimt y sus
discípulos Egon Schiele y Oskar Kokoschka– que por esa época imponían tendencia
en la capital del imperio austrohúngaro y en el mundo. Pero Hitler nunca pudo
hacer parte de la Belle Époque vienesa. La Academia de Bellas Artes le cerró
sus puertas y tuvo que contentarse con vender sus acuarelas en la calle.
Churchill, en cambio, nunca aspiró
a ser artista. Pintar era para él un pasatiempo al que le gustaba dedicarse en
su tiempo libre y que lo relajaba. Como la Segunda Guerra Mundial le dejó poco
tiempo para dedicarse a una de las actividades que más le gustaban, la mayoría
de sus cuadros son de antes y después del conflicto.
Paisaje pintado en 1945 por Winston Churchill |
Unos especialistas de arte han concluido que la habilidad
del inglés y la mediocridad del alemán tienen mucho que ver con la personalidad
de cada uno.
Hitler no pintaba bien el cuerpo humano porque carecía de
compasión, dicen. Pero esta conclusión es errada. La destreza artística no está
reservada a los hombres de bien. Lo que ocurre simplemente es que hay unas
personas que pintan bien y otras que no. Además, en perspectiva es muy difícil
ver los cuadros de estos dos hombres de manera objetiva.
miércoles, 10 de diciembre de 2014
"El mayor terror de los talibanes ha resultado ser una niña armada con unos libros".
La gran
figura mundial del combate en favor de la educación de las niñas, la
adolescente paquistaní Malala Yusafzai, y un veterano activista de los derechos
de los niños, el indio Kailash Satyarthi, recibieron este miércoles el premio
Nobel de la Paz.
"Una
joven y un hombre mucho mayor, una paquistaní y un indio, una musulmana y un
hindú, ambos símbolos de lo que este mundo necesita: más unidad, fraternidad
entre naciones"
Solamente
tiene 17 años, pero la vida de Malala ya ha llenado libros enteros. Ha sido
invitada a la Casa Blanca, al palacio de Buckingham o al estrado de la ONU, ha
escrito su autobiografía y ha recibido múltiples recompensas.
Con el
Nobel se convierte en la más joven galardonada de la Historia, y su historia
particular no termina ahí. En el mundo 57,8 millones de menores sin escolarizar
necesitan voces que los defiendan, en especial los 30,6 millones que son niñas.
"En
este mundo en el que nos creemos tan modernos y desarrollados, ¿por qué hay
tantos países donde los niños no piden un Ipad o un ordenador sino simplemente
un libro o un bolígrafo?" dijo Malala el martes en una rueda de prensa en
el Instituto Nobel de Oslo. La adolescente adquirió fama mundial por haber
puesto su propia vida en juego. El 9 de octubre de 2012, los talibanes
interceptaron su bus escolar en su valle natal de Swat y le dispararon en la
cabeza, tras acusarla de profanar el islam.
Por
primera vez desde el intento de asesinato, el uniforme escolar que llevaba
cuando sucedió el atentado será expuesto, con las manchas de sangre, en el
centro Nobel de Oslo esta semana. Dos compañeras de clase que también
resultaron heridas en el atentado viajaron para asistir a la ceremonia de
entrega del Nobel de la Paz, que como es habitual se celebra en el ayuntamiento
de Oslo en presencia del rey Harald de Noruega.
Para
demostrar que no es una voz aislada, Malala invitó a otras tres militantes de
la causa de las niñas: una paquistaní que lucha desde hace ocho años para
obtener justicia después de haber sido agredida sexualmente, una joven
refugiada siria y una nigeriana de 17 años proveniente de una región asolada
por el grupo islamista Boko Haram. Este
grupo, cuyo nombre se traduce literalmente como 'la educación occidental es un
pecado' conmocionó al planeta entero este año al secuestrar a 276 estudiantes.
"Desgraciadamente, esta gente que lucha contra la educación
carecen ellos mismos de educación o han sido adoctrinados",
expresó Malala,
que nunca ha dejado de vestir el tradicional velo.
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