A finales de mayo reaparecieron los caballos de bronce
que por décadas adornaron la entrada a la Cancillería del Tercer Reich en
Alemania. Las majestuosas piezas, esculpidas por el simpatizante nazi Josef
Thorak, habían sido vistas por última vez en un campo de deportes de un cuartel
militar soviético en 1986 y, desde entonces, se creía que habían sido
destruidas durante el proceso de reunificación germana.
Sin embargo, las alarmas se
encendieron hace año y medio cuando en septiembre de 2013 una mujer alemana,
que había sido informante de la Policía, reportó a las autoridades que un
sospechoso consultor de arte le ofrecía Caballos en movimiento y otras
preciadas piezas de la era nazi por valores superiores a los 3 millones de
euros. Para identificar su paradero, la Policía berlinesa acudió al reconocido
detective Arthur Brand, dedicado exclusivamente a desmantelar redes de tráfico
de arte, quien en 2014 desató un escándalo mediático al revelar que la reina
Juliana, de los Países Bajos, habría comprado obras arrebatadas por los nazis a
los judíos.
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Ejercito ruso en Berlin |
Brand, haciéndose pasar por un
ambicioso coleccionista norteamericano de apellido Moss, contactó a los
traficantes denunciados por la mujer y resolvió el misterio de los caballos de
manera novelesca. Luego de meses de llamadas telefónicas y medidos intercambios
de correos con los sospechosos, en el sótano de la imponente propiedad de un
hombre de negocios alemán, ubicada en la ciudad de Bad Dürkheim, encontraron
los equinos de bronce y cinco obras más –dos figuras femeninas, dos masculinas
y un monumental relieve en granito– que en noviembre de 1943, luego del tercer
gran bombardeo de los británicos sobre Berlín, habían sido resguardadas por
orden del führer en la vecina región de Oderbruch. En la casa de un coleccionista
en Kiel, al norte del país, también logró recuperarse una obra aparentemente
original del escultor predilecto de Hitler, Arno Breker, llamada El Ejército.
Ahora los ocho sospechosos que
arrojó la investigación de Brand, cuyas edades fluctúan entre los 64 y 79 años,
están detenidos. Las piezas, que en algún momento fueron cruciales para el
ambicioso sueño hitleriano de refundar Berlín y convertirla en la capital del
mundo bajo el nombre de ‘Germania’, reposan en un depósito policial mientras
culmina la investigación y, legalmente, pertenecen al gobierno alemán.
Comprarlas o venderlas es ilegal
pero su destino es todavía más incierto; si bien muchos museos añorarían
exhibirlas como documento histórico, hacerlo tocaría fibras sensibles, las
víctimas podrían argumentar que están siendo revictimizadas u otros simplemente
se abstendrían de tener bienes del führer para evitar tensiones políticas. ¿Qué
hacer entonces con el arte nazi? ¿Es insultante exhibirlo? ¿Debería ser
destruido?
Esconder las obras incautadas sería
un grave error, ya que lo problemático del asunto no son las piezas sino el
contexto en que se expongan. “Sería deseable que los museos alemanes que
muestren estas obras (si es que hay espacio de exhibición en los atestados
museos de ese país), las sitúen en una curaduría crítica, en su debido contexto
histórico y político, una curaduría que proponga una reflexión sobre la memoria
y las formas en que el arte puede ser capturado por el establecimiento más
radical”, Destruirlas, equivaldría a caer en el mismo juego de Hitler cuando a
finales de los años treinta ordenó quemar varias obras expresionistas y
abstractas, muchas de artistas judíos, por considerarlas arte “degenerado”.
Cualquier obra de arte u objeto
patrimonial vinculado a hechos violentos es susceptible a varias
interpretaciones, por lo que todo depende del contexto en que sea exhibido. A
modo de ver, interpretar las piezas encontradas como el componente iconográfico
del proyecto imperialista nazi, y específicamente del plan arquitectónico de
‘Germania’, es solo una manera de hacerlo: “Dentro de la historia del arte
podrían ser vistas de una manera, desde la perspectiva económica de otra, desde
la historia artística de otra, e incluso uno podría decir que sería muy
interesante verlas en una exposición de arte y propaganda ideológica”.
Así mismo, sobre la posible
revictimización de las comunidades violentadas por el régimen nazi, una
sociedad como la alemana va a ser muy difícil que alguien lea, interprete y
exponga esas piezas de tal forma que revictimice o violente a las comunidades
afectadas, principalmente por el contexto político, jurídico y de sanción
social que se ha tejido a nivel mundial en torno al tema. Si eventualmente eso
llegara a ocurrir, la crítica sería tan contundente que la exhibición jamás
saldría al público.
Sin duda, el valor histórico de
estas piezas y el interés artístico que despiertan son innegables. El reto
está, entonces, en decidir qué hacer con ellas, ya que “Alemania, un país que se precia de pertenecer
a la tradición intelectual más liberal de Occidente, no puede permitirse
destruir u ocultar ningún objeto con valor cultural por más oscuro que sea su
pasado”.
Y hablando de arte, a los dos
grandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundial les gustaba pintar. Setenta
años después, los cuadros del vencedor se venden diez veces más caros que los
del perdedor.
La semana pasada se subastaron en
Alemania 14 acuarelas y dibujos pintados por Adolf Hitler en su juventud,
cuando soñaba con estudiar en la prestigiosa Academia de Bellas Artes de Viena.
De acuerdo con la información publicada por la agencia Deutsche-Presse las
obras se vendieron por 440.000 dólares, una cifra bastante baja si se tienen en
cuenta los exorbitantes precios que se manejan en el mercado del arte.
Castillo de Neuschwanstein pintado por la mano de A. Hitler |
Una de las 14 acuarelas subastadas pintadas por Adolf Hitler |
Mientras un comprador chino anónimo
pagó 113.000 dólares por el cuadro más caro del führer, hace un par de meses
Christie’s vendió Pescados en estanque en Chartwell de Winston Churchill –uno
de los más importantes rivales de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial– por
3 millones de dólares. La diferencia de precios –explican los especialistas de
esta casa de subastas– no se debe solo al papel histórico que cumplieron ambos
personajes. Churchill pintaba mucho mejor que Hitler.
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Otra de las 14 acuarelas efectuadas por Hitler |
Los paisajes con aire impresionista
del inglés son mucho más armoniosos que los del alemán, y la profundidad de la
imagen carece de los errores de perspectiva en los que cae el führer. En varias
ocasiones este último no supo pintar bien las líneas de una casa y, por consiguiente,
el edificio parece descuadrado. Además, las acuarelas del alemán suelen ser
bastante kitsch pues, en vez de capturar momentos de la vida cotidiana –como
hacían por ejemplo los impresionistas por esos años–, el líder nazi se dedicaba
a copiar postales viejas que encontraba por la calle.
Hitler llegó a Viena a comienzos
del siglo XX con poco más que una caja de acuarelas y el deseo de convertirse
en uno más de los prestigiosos artistas –entre ellos Gustav Klimt y sus
discípulos Egon Schiele y Oskar Kokoschka– que por esa época imponían tendencia
en la capital del imperio austrohúngaro y en el mundo. Pero Hitler nunca pudo
hacer parte de la Belle Époque vienesa. La Academia de Bellas Artes le cerró
sus puertas y tuvo que contentarse con vender sus acuarelas en la calle.
Churchill, en cambio, nunca aspiró
a ser artista. Pintar era para él un pasatiempo al que le gustaba dedicarse en
su tiempo libre y que lo relajaba. Como la Segunda Guerra Mundial le dejó poco
tiempo para dedicarse a una de las actividades que más le gustaban, la mayoría
de sus cuadros son de antes y después del conflicto.
Paisaje pintado en 1945 por Winston Churchill |
Unos especialistas de arte han concluido que la habilidad
del inglés y la mediocridad del alemán tienen mucho que ver con la personalidad
de cada uno.
Hitler no pintaba bien el cuerpo humano porque carecía de
compasión, dicen. Pero esta conclusión es errada. La destreza artística no está
reservada a los hombres de bien. Lo que ocurre simplemente es que hay unas
personas que pintan bien y otras que no. Además, en perspectiva es muy difícil
ver los cuadros de estos dos hombres de manera objetiva.
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