A mis manos llegó un libro “Sexo al amanecer: Los Orígenes Prehistóricos de la Sexualidad Moderna”; de Christopher Ryan y Jethan Cacilda; estos autores nos llevan a ver la institución del matrimonio en sus etapas y las dificultades del tiempo moderno.
El índice de divorcios ha crecido de manera monumental y hoy existen más padres solteros que hace 20 años. Las parejas que siguen juntas están viviendo una decadencia sexual y la falta de pasión con sus parejas va en aumento.
¿Será que la fuerza del amor y el poder sexual van de la mano? ¿Será que la imposición de la monogamia mata la atracción? ¿Será que esa promesa “ser fiel hasta que la muerte nos separe” es la máxima tentación para despertar nuestra verdadera esencia?
Ellos sostienen que después de haber analizado la condición humana desde una perspectiva biológica, tanto el hombre como la mujer no están hechos para vivir mucho tiempo al lado de la misma persona. Ryan, PHD en Psicología y Cacilda, Médica Psiquiatra se dedicaron a investigar los orígenes antropológicos, arqueológicos, sicológicos de la humanidad desde sus inicios analizando a todas las tribus existentes alrededor del mundo hasta hoy y llegaron a una: la monogamia y el núcleo familiar ha sido un invento reciente de las religiones y de ciertos sistemas culturales que nada tiene de natural con el principio en sí de la esencia del Ser. En la prehistoria el pueblo vivía en una cultura en dónde no había posesión sexual. Vivían en grupos más pacíficos y para ellos era perfectamente normal tener interacción sexual y seguían de forma natural la condición real de la especie: crecer y multiplicarse pero sin posesión.
La institución del matrimonio en el occidente está pasando por momentos muy complicados porque se está confrontando con la realidad de nuestra especie. Ellos argumentan que para que exista una verdadera estabilidad marital, que siempre ha sido y será algo que nos brinda estabilidad social, es crucial entender y conocer cómo es la sexualidad humana, definición que ha sido distorsionada por el concepto de “pertenencia sexual”.
Alrededor de 8000 años AC con el advenimiento de la agricultura vinieron los grandes cambios para la humanidad, en el manejo de su sexualidad, en la economía, en las leyes y fue en ese momento en donde nació la pertenencia sexual. Cuando la gente vivía en pequeñas aldeas el sentido de propiedad no existía; se compartía la comida, el cuidado de los niños y todo era de todos y para todos, pero a raíz de la siembra, los padres empezaron a preocuparse por saber quién era el hijo biológico para dejarle su tierra y así empezar a proteger a su descendencia.
Curiosamente, los que son más fieles y respetuosos son los homosexuales. Ellos sí tienen claro que el sexo y el amor son dos cosas muy diferentes y cuando deciden estar en pareja es porque así lo desean sin imposición de nada ni de nadie. Han pasado por procesos internos importantes y el hecho de salir del clóset les ha mostrado qué tan fuerte es su relación. Se aceptan como son. El heterosexual busca la monogamia en su matrimonio y el primer causal de divorcio es la infidelidad. Estamos entrando a la Era de Acuario, la era de las comunas, de la libertad, del compartir, ¿estamos volviendo a la esencia? ¿Será que el matrimonio no es necesariamente sexo?
¿Será que la fuerza del amor y el poder sexual van de la mano? ¿Será que la imposición de la monogamia mata la atracción? ¿Será que esa promesa “ser fiel hasta que la muerte nos separe” es la máxima tentación para despertar nuestra verdadera esencia?
Ellos sostienen que después de haber analizado la condición humana desde una perspectiva biológica, tanto el hombre como la mujer no están hechos para vivir mucho tiempo al lado de la misma persona. Ryan, PHD en Psicología y Cacilda, Médica Psiquiatra se dedicaron a investigar los orígenes antropológicos, arqueológicos, sicológicos de la humanidad desde sus inicios analizando a todas las tribus existentes alrededor del mundo hasta hoy y llegaron a una: la monogamia y el núcleo familiar ha sido un invento reciente de las religiones y de ciertos sistemas culturales que nada tiene de natural con el principio en sí de la esencia del Ser. En la prehistoria el pueblo vivía en una cultura en dónde no había posesión sexual. Vivían en grupos más pacíficos y para ellos era perfectamente normal tener interacción sexual y seguían de forma natural la condición real de la especie: crecer y multiplicarse pero sin posesión.
La institución del matrimonio en el occidente está pasando por momentos muy complicados porque se está confrontando con la realidad de nuestra especie. Ellos argumentan que para que exista una verdadera estabilidad marital, que siempre ha sido y será algo que nos brinda estabilidad social, es crucial entender y conocer cómo es la sexualidad humana, definición que ha sido distorsionada por el concepto de “pertenencia sexual”.
Alrededor de 8000 años AC con el advenimiento de la agricultura vinieron los grandes cambios para la humanidad, en el manejo de su sexualidad, en la economía, en las leyes y fue en ese momento en donde nació la pertenencia sexual. Cuando la gente vivía en pequeñas aldeas el sentido de propiedad no existía; se compartía la comida, el cuidado de los niños y todo era de todos y para todos, pero a raíz de la siembra, los padres empezaron a preocuparse por saber quién era el hijo biológico para dejarle su tierra y así empezar a proteger a su descendencia.
Curiosamente, los que son más fieles y respetuosos son los homosexuales. Ellos sí tienen claro que el sexo y el amor son dos cosas muy diferentes y cuando deciden estar en pareja es porque así lo desean sin imposición de nada ni de nadie. Han pasado por procesos internos importantes y el hecho de salir del clóset les ha mostrado qué tan fuerte es su relación. Se aceptan como son. El heterosexual busca la monogamia en su matrimonio y el primer causal de divorcio es la infidelidad. Estamos entrando a la Era de Acuario, la era de las comunas, de la libertad, del compartir, ¿estamos volviendo a la esencia? ¿Será que el matrimonio no es necesariamente sexo?
El matrimonio debe estar basado en cosas mucho más profundas y más duradera que el acto sexual, sobre todo cuando hay niños de por medio; pero lo que sí tengo claro es que una unión debe ser lo suficientemente apasionante y segura para disfrutarla sin la tragedia de los celos y la posesión.
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