Hay libros que vienen, se quedan, desaparecen -u olvidamos-, recordamos -o reaparecen- y vuelven cuando mejor podemos, no releerlos -nos dicen ya cosas distintas porque quizá ya no somos los mismos- sino leerlos como si fuera la primera vez. Como si supieran en qué lugar del curso del tiempo sería propicia una cita secreta con sus páginas.
Después de leer a Pietro Citati me fue imposible no ir corriendo en busca de Mircea Eliade, el historiador de las religiones, quien asegura en su libro “Lo sagrado y lo profano (1956)”; que la esencia de lo sagrado consiste en “Manifestarse como una realidad de un orden muy distinto a las realidades naturales… como un lenguaje que expresa lo tremendo, lo majestuoso o el misterio fascinante”; aunque considera que esos términos son solamente analogías tomada de la experiencia secular de los seres humanos, porque en verdad resultan incapaces de expresar esa “realidad distinta”, todo aquello que va más allá de la experiencia común y cotidiana.
El autor sostiene que lo sagrado se rige como oposición de lo profano, y propone la expresión “hierofanía” para referirse al fenómeno mediante el cual, lo sagrado se presenta a los humanos.
Explica que la veneración que se ha dado a lugares, objetos, animales o árboles en diversas culturas, resulta extraña a los ojos de muchos. Esa extrañeza responde a que no comprenden que la adoración que reciben no es en tanto piedras, plantas o sitios, sino como hierofanías que posibilitan el acceso a lo divino. A los ojos de quienes se sitúan fuera del contexto de creencias, nada distingue a esos elementos de los demás salvo que se apele a otros valores o elementos como, en el caso de los templos, el arqueológico o el arquitectónico, pero para quienes las mantienen “su realidad inmediata se trasmuta en una realidad sobrenatural… o, en otras palabras, para quienes tienen una experiencia religiosa toda la naturaleza en sí misma es capaz de revelarse como una sacralidad cósmica, y el Cosmos entero se convierte en una hierofanía”, dice Eliade. Lo sagrado y lo profano, concluye, son dos maneras de estar en el mundo, dos dimensiones que han coexistido en el curso de la historia.
Con respecto a los lugares, sostiene que para el hombre religioso el espacio no es homogéneo, y que distingue áreas con cualidades distintas, sitios o espacios que se diferencian del resto del mundo. En esa distinción, el autor encuentra una experiencia primaria que se halla en la base de todas las religiones: la creación de puntos de referencia en un cosmos, que de otra forma parece inabarcable.
Los lugares sagrados son puntos fijos que dan sentido y orientación, representan una especie de fundación conceptual del mundo “sobre el caos de la relatividad y la homogeneidad de los espacios profanos. Para el profano no existe siquiera la noción espiritual del mundo como un fenómeno integral, sino simples fragmentos de un universo destrozado, una masa amorfa que se fundamenta en un número infinito de lugares, más o menos neutrales, en los que el hombre se desplaza gobernado e impulsado por las obligaciones de una existencia incorporada a una sociedad industrial.
En los tiempos de las religiones primitivas y de aquellas que moldearon la espiritualidad, diversos espacios se distinguieron de lo profano. Algunos de ellos son solo paisajes o fenómenos naturales a los que se dio un carácter sacro en relación con mitos y leyendas. Otros fueron creaciones humanas como ámbitos ceremoniales de culto. El ocaso de las grandes religiones como explicaciones integrales del mundo no logró eliminar de la mente humana esa necesidad de orientación espacial en el Universo.
Hoy muchos se manifiestan ateos y, por otra parte, son raros los casos de quienes profesan los cultos siguiendo todas las reglas y normas que fija el canon. En la época contemporánea somos testigos de que decenas de sitios siguen despertando reverencia, y son destinos de peregrinación en los que las personas buscan hallar la anhelada hierofanía. Menciono, a titulo de ejemplos, Belén y Jerusalén, donde Jesús nació y predicó su evangelio; La Meca, ciudad natal del profeta Mahoma; Monte Albán, así como innumerables catedrales y santuarios de la religión católica como Fátima, Lourdes y la Basílica de San Pedro.
¿Cómo explicar ese regreso a lo religioso que se vive en nuestros días? El filosofo francés André Dumas, autor del ensayo El retorno de lo sagrado, asegura que lo motiva la búsqueda de un hábitat simbólico en medio de un universo dominado por la técnica, y que prospera en una humanidad decepcionada de la política, de la historia y de la razón, pero fascinada, en contrate con todo aquello irracional e inexplicable. Si bien para muchas personas la noción de lo sagrado puede convertirse en un simple instrumento de manipulación para fines temporales el cual quita al hombre su sentido de poder y suficiencia para arreglárselas por si mismo en el mundo, en otro aspecto puede ser también una vía que, más allá del culto que se profese, provoca en el sujeto una mayor receptividad y revive su capacidad de asombro.
Vuelvo a palabras anteriores que me llevaran a sitios que quiero compartir con todos ustedes y que saquen el tiempito para que conozcan, son 20 lugares marcados por la religiosidad y la permanente búsqueda espiritual de la humanidad; son diversas construcciones y sitios que transmiten magia, mística y divinidad.
1. Externsteine, origen de pilares paganos.
2.- Luxor, museo a cielo abierto.
3.- El montículo de la serpiente, es la modificación del paisaje.
4.- Uluru y Kata Tjuta, montañas místicas
5.- La isla de Miyajima, santuario insular
6.- Nuestra Señora de Chartres, homenaje a la virgen primitiva
7.- Templo de Borobudur, innumerables Budas.
8.- Lago Titicaca, origen de los Incas
9.- Delfos, sabiduría oracular
10.- Ur, ciudad de los caldeos.
11.- Río Ganges, aguas de salvación.
12.- Templos de Shatrunjaya, una escalera al cielo
13.- Los cenotes de Yucatán, conexión con el inframundo.
14.- Volcán Kilauea, hogar de la diosa.
15.- Abadía de Gastonbury, el secreto del Grial
16.- Iglesias talladas de Lalibela, devoción en las rocas
17.- Teotihuacan, la ciudade los dioses.
18.- Bodh Gaya, el árbol de la revelación.
19.- Monasterio de Santa Catalina, la zarza ardiente.
20.- Men-an-tol, el enigma de los megalitos.
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