Anastasia como mujer, no
solo es construida desde una posición de inferioridad física e intelectual con
respecto al hombre sino que existe y vive gracias al hombre y se siente
validada cuando la valida el hombre. “¿Por qué eres tan insegura?”, le pregunta
Christian Grey a Anastasia. “No deja de asombrarme. Eres una mujer joven,
fuerte, independiente, pero tienes una muy mala opinión de ti misma”.
Si estoy hablando de Anastasia
Steele y Christian Grey, los conocemos por su relación poco común, hemos visto
sus vidas en la trilogía descrita como “un Crepúsculo para adultas” de la escritora inglesa E.L. James.
Es el fenómeno de la
literatura erótica moderna, la autora reconoce que se inspiró en la saga de
vampiros de Stephenie Meyer para escribirla. Y es que ambos fenómenos
editoriales tienen, a fin de cuentas, el mismo conflicto y los mismos
protagonistas: una mujer aniñada y acomplejada que, a pesar de sí misma,
termina en un romance con un hombre fuerte y poderoso que, a pesar de sí mismo,
podría hacerle mucho daño, el papel del sumiso y del amo.
No pretendo hacer una
apología ni una reflexión política de esta experiencia, hay obras maravillosas,
verdaderamente oscuras y literarias, escritas por mujeres y sobre mujeres que
encuentran el placer en la humillación y sumisión sexual, como La historia
de O de Pauline Réage y La pianista de Elfriede Jelinek, novelas
ambas que plantean la pregunta sobre la felicidad de la sumisión.
Sin embargo sorprende lo
que escandaliza a Anastasia y lo que no la escandaliza: que solo vea la
violencia en el azote y no en la dinámica de su relación. “En el fondo”, dice
ella, “lo que me tira para atrás son las varas y los látigos”. No la inmuta la
condescendencia con que la mira Grey, ni el miedo que le da ni las amenazas que
le hace.
En Crepúsculo, el
vampiro Edward Cullen tiene poderes sobrenaturales y, si bien aparenta 17 años,
en realidad ha vivido más de cien. Christian Grey, por su parte, tiene poder
económico y parece, según Anastasia Steele, “un viejo precoz”. Ambos advierten
a las protagonistas lo peligrosos que pueden ser –el uno por vampiro y el otro
por sus oscuras prácticas sexuales– y ambos salvan a las jóvenes de morir en un
momento dado.
¿Qué puede significar que
'Cincuenta sombras de Grey' sea el libro para adultos más vendido de todos los
tiempos y que su protagonista, Anastasia Steele, sea considerada por innumerables
medios y lectoras como “una voz significativa de generaciones de mujeres”?
Anastasia Steele, de 21
años, dice “sexo” y se ruboriza. En Cincuenta sombras de Grey, la
protagonista de la trilogía que ha vendido 30 millones de ejemplares en todo el
mundo, la joven que, según distintos medios, “se está volviendo una voz
significativa de generaciones de mujeres”, se describe así: “Soy torpe,
desaliñada y no soy rubia… La inseguridad me mortifica… Me miro en el espejo y
frunzo el ceño, frustrada”.
Al inicio de la historia es
virgen. Nunca se ha emborrachado ni masturbado y básicamente considera que
cualquier persona es mejor que ella: su amiga Kate, quien no sólo tiene un
Mercedes y no un Volkswagen Escarabajo como ella sino que además es guapa, fuerte
y convincente; las rubias y vigilantes que trabajan en la empresa de Christian
Grey, y, por supuesto, el mismo Grey, el hombre más hermoso del planeta,
demasiado hermoso para ella.
Para Anastasia, Grey es
“todo un Macho Alfa… Sorprendentemente fuerte, musculoso… Un mega triunfador…
Un maniático del control seguro de sí mismo”. Él tiene brillantes ojos grises,
perfilados y sensuales labios, dientes blancos y perfectos, unos dedos muy
largos y, por supuesto, lo que no podía faltar: un miembro largo, duro y blando
a la vez.
Descritos los personajes,
podemos condensar la trama de Cincuenta sombras de Grey, el primer volumen
de la saga de la inglesa E.L. James; de la siguiente manera aquí vale la pena
recordar que el libro ha sido descrito por The Daily News como una
“exitosa combinación de historia romántica y juego erótico de alto voltaje”:
- La joven literata
Anastasia Steele entrevista al joven billonario Christian Grey para un
periódico universitario. Ella queda fascinada y se pregunta por qué: “¿Porque
es guapo, educado, rico, poderoso?”.
- Christian la busca –por
momentos la persigue– y le “salva la vida” un par de veces.
- Anastasia se pregunta una
y otra vez si un hombre como Christian podría interesarse en una mujer como
ella. Esta duda se debe en gran parte a que Grey la mira con una expresión
impenetrable constantemente, en ocasiones dos veces por página.
- Christian invita a salir
a Anastasia –la lleva, por ejemplo, de Portland a Seattle en un helicóptero– al
tiempo que le aconseja mantenerse alejada de él porque sus gustos son muy
peculiares.
- El misterio sobre los
gustos y “la oscuridad” de Grey finalmente se devela: el joven es un “amo” y
quiere que Anastasia sea su “sumisa”.
- Anastasia lee sobre
sadomasoquismo en Wikipedia. Se pregunta si es una sumisa y si está capacitada
para ofrecerle a Grey su sumisión total. Él, por su parte, intenta convencerla:
“Si fueras mi sumisa no tendrías que pensar”.
- Anastasia, entre tanto,
pierde la virginidad. Según ella, “hace el amor” con Christian. Según
Christian, “follan duro”.
- Y si bien Christian es
“la primera vez” de Anastasia, también Anastasia es, de otro modo, la primera
vez de Christian (y esto es lo que le da el toque romántico a la historia): la
primera mujer con la que él amanece, la primera mujer que presenta a su
familia, la primera mujer que sube a su helicóptero.
- Anastasia decide ser
“sumisa”. Vienen varias escenas de sexo (todas muy bien logradas por la autora)
en las que ella es una auténtica marioneta y él es el maestro titiritero.
- Anastasia decide dejar a
Christian luego de que él le pega seis latigazos en la espalda bajo su propio
consentimiento. Termina el libro pensando que el dolor de dejarlo es mucho peor
que el dolor de la flagelación.
Pongamos a un lado, por un
momento, lo que ocurre en la cama y centrémonos en la manera como se relacionan
Anastasia y Christian, en lo que narra y piensa ella cuando está con él. Algunos
ejemplos: “Siempre me pregunto si soy digna de él… Él me mira entre divertido y
condescendiente… Me amenaza en un tono moderado… Me das miedo cuando te
enfadas… Me aterra demostrarte algo de afecto por si me riñes o, peor aún, me
pegas”.
Así mismo, Anastasia jadea
involuntariamente cuando ve al hombre y se siente como una niña descarriada
cuando él la regaña. Y la regaña con frecuencia: cuando no come, cuando anda
con el pelo mojado, cuando maneja el Volkswagen y no el carro último modelo que
le regala. Christian pide por ella en los restaurantes y mil veces le exige no
morderse el labio porque el gesto lo excita. Una y otra vez ella obedece y a
ninguno de los dos se les ocurre nunca que Grey podría, digamos, echarse agua
fría en lugar de pedirle que deje de morderse.
Y yendo ahora a la cama, al
“juego erótico de alto voltaje”, y reiterando que las escenas de sexo están muy
bien narradas, vale la pena hacer mención de los límites infranqueables que
Grey y Steele acuerdan en el contrato que los vincula como amo y sumisa: actos
con fuego, corriente eléctrica, orina, defecación, excrementos, agujas,
cuchillos, perforaciones, sangre e instrumental médico ginecológico; actos con
niños y animales; actividades que puedan dejar marcas permanentes en la piel o
que impliquen control de la respiración.
Bajo el contrato, entonces,
lo que le hace Christian a Anastasia es lo siguiente: le amarra las manos con
su corbata en un momento, le venda los ojos y le pone unos audífonos con música
clásica en otro, le mete muy despacio unas bolas de plata, le pega suavemente
en las nalgas y el clítoris y, al final, en la última escena, le da los seis
latigazos antes mencionados.
Por su pasado y prácticas
sadomasoquistas, Anastasia considera que Christian no es normal: lo llama monstruo,
depravado y pervertido. Pareciera pues que, a la hora de investigar en
Wikipedia sobre la dominación y la sumisión, la joven no leyó que, desde hace
años, el sadismo y el masoquismo dejaron de ser considerados perversiones o
trastornos mentales desde la clasificación clínico-psiquiátrica. Pero también
hay que decir que lo que hacen Anastasia y Christian, y con excepción de la
última escena, no es sadomasoquismo. Una creatividad mínima en la cama
–cualquier posición distinta al “misionero”: arrodillarse para hacer sexo oral,
tener los ojos tapados o las manos amarradas– no es sadomasoquismo.
Que sea este un momento para traer a colación la
pregunta que una periodista del Today Show le hizo hace poco a
E.L. James –“¿Considera que su libro es revolucionario?”– y la respuesta que la
autora dio: “No, en lo absoluto”.
Entonces…
ojalá la
escucharan sus 30 millones de seguidoras.
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