Esta es la asombrosa historia de cómo el original de ‘Los 120 días de
Sodoma’, del marqués de Sade, pasó de ser una obra censurada a un tesoro por el
que la Biblioteca Nacional de Francia está dispuesta a pagar 5 millones de
euros.
Cuando Sade murió, en 1814, triste y
olvidado, jamás imaginó que el manuscrito de una de sus obras más polémicas
terminaría siendo objeto de una intrincada travesía que parece sacada de una
novela de suspenso. El autor de obras como Justine o los infortunios de la
virtud o La filosofía en el tocador, fue considerado un demente peligroso
y pasó casi 30 años de su vida encerrado en calabozos y manicomios. Ahora, uno
de los textos que escribió durante su tortuosa reclusión podría llegar a costar
5 millones de euros.
Como es bien sabido, el marqués Donatien de
Sade fue un artista maldito. Fue acusado varias veces, en especial por su
familia política, de cometer actos ilegales, entre los que se encontraban
orgías de varios días con prostitutas y abuso sexual infantil. Las autoridades
consideraron estos hechos muy graves —sin tener pruebas concretas— y lo
declararon peligroso para la sociedad. A partir de entonces pasó la mayor parte
de su existencia en cárceles como la Bastilla, la fortaleza de Vincennes y el
manicomio de Charenton.
Justamente en la célebre Bastilla escribió
una de sus obras más reconocidas: Los 120 días de Sodoma. A pesar de que estaba
incomunicado —llegó a pasar varias semanas aislado y encerrado en las
letrinas—, en algún momento logró conseguir con ayuda de otros reclusos unos
bienes muy preciado para él: un rollo de papel, una pluma y tinta.
En 1785, durante 37 noches, el marqués
escribió frenéticamente un texto que reflejaba sus obsesiones más oscuras.
Quienes han visto el manuscrito dicen que es evidente que Sade no quería
desperdiciar ni un centímetro de papel y que cada palabra le era preciosa.
Sobre un rollo de 12 metros, y por ambos lados, el marqués escribió la historia
de cuatro hombres adinerados que deciden recluirse en un castillo durante 120
días con un grupo de jóvenes. Durante las jornadas los hombres someten a los
chicos y chicas a las más absurdas aberraciones: zoofilia, coprofagia y tortura
brutal, entre muchas otras. El estilo del marqués, que resulta repulsivo para
la mayoría de los lectores, es único y, de hecho, el adjetivo sádico se deriva
de su apellido.
Sade sabía que su obra lo podría condenar
definitivamente y la escondió en un hoyo en la pared. Sin embargo, en 1789,
cuando se inició la Revolución francesa y la Bastilla fue incendiada por
los rebeldes, debió huir y no tuvo tiempo de recuperar el rollo. Pasó el
resto de su vida en otros calabozos y nunca pudo regresar a buscar su trabajo.
Cuando murió, obeso y casi ciego, estaba convencido de que su novela se había
quemado. Dijo que había llorado “lágrimas de sangre” por esta pérdida
irreparable. Pero estaba equivocado.
Lo que nunca supo el excéntrico marqués es
que más de dos siglos después, el rollo prohibido sería un tesoro por el que
hoy la Biblioteca Nacional de Francia está dispuesta a pagar 5 millones de
euros, una cifra récord que jamás se ha pagado por un objeto similar (ver
recuadro). Bruno Racine, el director de la prestigiosa institución, convenció
al gobierno de su país de que se trata de una joya y de que Francia está en la
obligación —en parte para reparar las injusticias a las que fue sometido su
autor— de recuperarlo. “Es un texto depravado. Pero a nosotros no nos
corresponde hacer un juicio moral sobre lo que está escrito. Este documento es
uno de los más radicales, extremos y atroces de la literatura francesa”, le
dijo Racine la semana pasada a The New York Times.
A pesar de la enorme cantidad de recursos,
no será tan fácil recuperarlo. El 14 de julio de 1789, un hombre llamado
Arnoux de Saint-Maximum rescató el escrito de las llamas que consumían a la
Bastilla. Al poco tiempo se lo vendió al marqués de Villeneuve-Trans. El objeto
permaneció durante tres generaciones oculto entre los archivos de la familia
del noble. De alguna manera, que no está documentada, el manuscrito viajó a
Alemania, y terminó en manos del psiquiatra Iwan Bloch. El doctor decidió
publicado por primera vez en 1905, firmado con el seudónimo Eugene Durhen.
En 1929, el vizconde Charles de Noailles y
su esposa, Marie-Laure, descendiente de Sade, lo compraron. Seis años después
decidieron publicarlo, en una edición secreta y reservada para un grupo muy
pequeño de lectores. Cuando murieron, Natalie, su hija, lo heredó. Una noche,
durante una cena en su casa, ella se lo enseñó a sus invitados, entre quienes
se encontraba el escritor Italo Calvino. Fue él quien logró que Natalie se lo
entregara al editor Jean Grouet, quien prometió cuidarlo.
Grouet, sin embargo, resultó ser un
negociante y lo vendió, en 1982, a Gérard Nordman, un coleccionista suizo de
objetos eróticos por 60.000 dólares, una cifra bastante alta para la época. Los
herederos de la familia Noailles se enteraron y demandaron. Siete años después,
la corte suprema de Francia decidió que el manuscrito había sido vendido
ilegalmente, pero la legislación suiza no permitía restituir objetos culturales
confiscados. Dos años más tarde, las cortes suizas determinaron que el original
había sido adquirido de buena fe y que tendría que permanecer en manos de los
herederos de Nordman. Para evitar un conflicto internacional, ellos le
entregaron la custodia a la fundación Martin Bodmer.
El tema parecía cerrado para siempre. Pero
en 2007, Bruno Racine llegó a la dirección de la Biblioteca Nacional de
Francia. La misión principal del flamante funcionario –quien ha recibido todo
tipo de halagos por su labor— es recuperar los originales de las grandes obras
de las letras francesas. De ahí su obsesión con el trabajo de Sade. “Es una
pieza única, un trabajo excepcional y un milagro que haya sobrevivido”, le dijo
a The New York Times.
Racine le ofreció a los herederos de las familias
Noailles y Nordman 5 millones de euros divididos en partes iguales.
Es posible que
gracias a la generosa propuesta el manuscrito regrese pronto a Francia con
honores. De ese modo, el marqués de Sade podrá descansar más tranquilo.
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