William Wordsworth (1770 -1850) fue uno de los más importantes poetas románticos ingleses. Con Samuel Coleridge, ayudó al despegue de la época romántica en la literatura inglesa con su publicación conjunta de Baladas líricas en 1798. Esta obra influyó de modo determinante en el paisaje literario del siglo XIX. Fue laureado en Inglaterra desde 1843 hasta su muerte en 1850.
El carácter fuertemente innovador de su poesía, ambientada en el sugerente paisaje del Lake District (la región de los lagos), en el norte de Cumberland, radica en la elección de los protagonistas, personajes de humilde extracción, del tema, que es la vida cotidiana, y del lenguaje, sencillo e inmediato.
Wordsworth, Coleridge y Southey fueron conocidos como lakistas, por inspirarse en el mismo paisaje de los lagos.
En noviembre de 1791, Wordsworth regresó a Francia, donde estuvo cerca de un año. El ambiente parisino lo llevó a abrazar los ideales anarquistas y libertarios de tantos pensadores rebeldes y revolucionarios de la época. Su viaje por Europa que incluyó los alpes e Italia. Llevado de las ideas revolucionarias, repudió no sólo la fe cristiana sino incluso la institución de la familia y del matrimonio. Se relacionó con diversas mujeres, entre ellas la francesa, Annette Vallon, de quien se enamoró. En 1792 tuvieron una hija, Caroline. Debido a la falta de dinero y a las tensiones entre Gran Bretaña y Francia, ese año regresó a Inglaterra. En 1793, Wordsworth expresó abiertamente sus convicciones políticas en A Letter to the Bishop of Llandaff (Carta al obispo de Llandaff), en la que defiende el ateísmo y la causa revolucionaria, alabando la ejecución de Luis XVI. Involucrado en las luchas intestinas de los girondinos, su vida estuvo en peligro cuando Robespierre reprimió con sangre a su facción. El Reinado del terror le apartó del movimiento republicano, y la guerra entre Francia y Gran Bretaña. Es posible que en esta época sufriera depresión e inestabilidad emocional.
Coleridge participó en la colección con cuatro poesías, entre ellas la The Rime of the Ancient Mariner (Rima del anciano marinero); estas poesías no desentonan, ni por su estilo, ni por su lenguaje, del resto de la obra.
Las Baladas mostraron una naturaleza vibrante de una espiritualidad y de una sensualidad bien lejana de la fría diosa razón de los ilustrados, aunque quedara en Wordsworth aquella sensibilidad democrática y una espontánea simpatía hacia las clases más humildes o desaventajadas, inspirada por la revolución.
Ediciones posteriores de las Baladas incluyeron más poemas y un Preface (Prefacio) a los poemas. Este Prefacio es considerado obra central de la teoría literaria romántica. Wordsworth expone lo que considera los elementos de un nuevo tipo de poesía, una basada en el “verdadero idioma de los hombres”. Evita la dicción poética de mucha de la poesía del siglo XVIII. Proporciona su famosa definición de poesía como el espontáneo desbordamiento de poderosos sentimientos, de “emociones recogidas en el sosiego”.
La revolución romántica llega a Inglaterra con las Baladas líricas. Es cierto que autores de tendencia aparentemente romántica, como Blake, le habían precedido en aquel decenio, y que la sensibilidad romántica, un poco como todos los movimientos artísticos, no se aparta totalmente de la tradición inmediatamente anterior.
En el Prefacio de 1802 escribió: : «el principal objeto propuesto con estos poemas era escoger incidentes y situaciones de la vida ordinaria y relatarlos o describirlos completamente y, en tanto como fuera posible, en una selección de lenguaje realmente usado por los hombres, y al mismo tiempo verter sobre aquéllos un cierto colorido de la imaginación, por el cual las cosas corrientes serían presentadas al espíritu con inusitado aspecto». Abandonó, declaradamente, el modelo clasicista del siglo XVIII, no tanto por motivos estéticos como por razones éticas.
Sin embargo, sólo aparentemente se trata de una poesía “artless”, sin arte. Utiliza sabiamente el verso blanco tradicional, que le permite evitar la rima y utilizar palabras y expresiones populares, con el efecto de imitar el habla común. A diferencia de Pope y Dryden, el arte se encuentra aquí hábilmente disimulado, reducido a lo indispensable, porque que el mensaje poético está más en el contenido que en la forma. No se dirige a un público cortesano, sino a la sociedad en general.
En esto se opone a Coleridge, quien no renuncia a los arcaísmos ni a la rima. Los dos poetas se consideraban investidos de una misión espiritual: para los románticos la poesía es algo “más que la pura y simple puesta en verso de la verdad filosófica: el poeta era también el profeta, y no se limitaba a transcribir la verdad recibida de otros más era él mismo el iniciador de la verdad” .
Mientras Coleridge ve la poesía como fuga de la realidad, Wordsworth dialoga con el presente y la sociedad.
Aunque su poesía se ambienta en el paisaje rural de los lagos ingleses, es también “recollection in tranquillity”, literalmente, “recuerdo en la quietud” de experiencias personales vividas en la naturaleza que enriquecen al que vive constreñido por la realidad de la metrópoli industrial. El evocar pasiones y emociones ya extinguidas en el tiempo implican al lector activamente.
Ninguna de sus poesías ejemplifica mejor esta tendencia que Tintern Abbey.
Inmortalizando el Lake District en su poesía, Wordsworth hizo que el mundo conociera esta región favorecida por la naturaleza y, además, puso en evidencia los valores éticos y no puramente materiales o utilitarios del entorno.
La naturaleza, según él mismo dijo, lo inició a la vida: las largas caminatas por las montañas de Cumberland despertaron sus sentidos forzándolo a salir de la profunda introversión en la que estaba encerrado desde pequeño debido a sus graves problemas familiares.
Este amor a la naturaleza se refleja en su poema Iba solitario como una nube.
No debe sorprender, pues, que la naturaleza sea esa providencial y divina: Dios se identifica con todo lo creado, es un Dios inmanente y visible. Tal visión panteísta y neoplatónica del Universo invade su primera poesía, como puede verse en el más famoso de los Poemas de Lucy: A slumber Did my spirit seal.
También es neoplatónica la creencia de Wordsworth en que los niños y los pueblos no civilizados se encuentran más cercanos a Dios porque en ellos permanece la memoria del mundo celeste anterior al nacimiento. En sus Baladas líricas hay niños, vagabundos, discapacitados, locos: sujetos “inconvenientes” que escandalizaron en los primeros años después de la publicación de la obra pero que, con el tiempo, abrieron el camino a una mayor solidaridad social, provocando que tantos victorianos lucharan por grandes reformas sociales, tanto en sus escritos como en la política.
Es difícil imaginar la evolución del Romanticismo inglés sin las Baladas líricas.
Lapidas de el escritor con su hermana y sus hijas |
Gracias a las limitaciones de los derechos de autor de la época, que permitían publicar parcialmente de una colección de parte de otros editores sin pagar derechos, sus Baladas acabaron por ser publicadas en millares de copias en periódicos, proporcionándole una fama mayor que la que habría tenido con la sola publicación de su libro. La primera edición vendió quinientas copias, una buena tirada para aquella época, mientras que periódicos como The Critical Review y la Lady Magazine alcanzaban cifras entre cuatro mil y diez mil copias.
Su éxito llegó a los Estados Unidos, donde se publicó en revistas como la Literary Magazine.
A principios del siglo XX, se produjo un redescubrimiento de las Baladas líricas por parte de la crítica, con numerosos estudios, como el de Read (1930). De aquellos años fue el trabajo de Basil Willey, sobre la cultura inglesa del siglo XVII y XVIII, que evidencia la relación entre el poeta y el empirismo y la Revolución francesa.
Magistral es The Mirror and the Lamp de M.H. Abraham. Una voz disidente es la de Robert Mayo (1954), que vio en muchos personajes de Wordsworth una falta de originalidad y una deuda excesiva con las baladas dieciochescas. Muy interesantes son estudios más recientes, como los de P.D. Sheats (1973) y John J. Jordan (1970 y 1976).
Ifor Evans advierte que, aunque su visión de la naturaleza fuera una ilusión, al registrarla “alcanzó muchas experiencias en los rincones secretos de la naturaleza humana, hasta el punto de que muy pocas mentes sensibles dejarán de descubrir en sus poemas algo que responda a sus propias intuiciones".
No hay comentarios:
Publicar un comentario