domingo, 4 de noviembre de 2012

Visitas de un hermoso pequeño país europeo


He tenido unas visitas muy agradables, vienen de lugares de Suiza, la gran y pequeña nación europea llena de contrastes pero de los buenos. Siempre me acuerdo cuando estaba en el grado once y en navidad me contagiaron con  rubeola, me llegaron catálogos de internados para ir a estudiar, en esa época quedó solo en ver esos hermosos lugares en papel; por ese recuerdo hoy quiero que viajen conmigo mientras el mundo entero pasa por el lujo y el frenesí de Ginebra  o Zúrich, la vida propiamente suiza transcurre pacífica y asincrónica con los tiempos modernos, en una serie de pequeñas poblaciones enclavadas entre praderas y montañas.

En primavera, el tren solo tarda un par de minutos para trasladar al viajero del centro de Berna a un escenario de planicies sembradas con leguminosas, de minifundios gobernados por chalets, tractores y animales de campo. Por aquí pasaron los romanos hace casi 2.000 años. Habrán notado como cada elemento en el panorama está ubicado en una composición armoniosa, y como cada color ha sido puesto allí por el mágico pincel de la naturaleza. Al fondo se acercan los blancos pinos de los Alpes, torres fronterizas que advierten que esto aún no es Francia.  

Desde Thun se puede ver la cara norte de Eiger y sus pinos hermanos – Monch (Monje) y Jungfrau (señorita), que vigilan el paisaje a 4.000 metros de altura. Desde las casas construidas sobre las mesetas del pueblo, algunos locales han visto alpinistas atascados en lo alto. Pero en el pueblo, escalar y caminar las alturas entre angostos senderos rocosos es una actividad ordinaria, incluso para niños y mayores de 70 años. Algunos encuentran más excitante amarrar una cuerda al puente de madera del río Aare  para alzarse a surfear contra la corriente, o realizar piruetas en pequeñas aeronaves en los campos circundantes.   

Menos desafiantes, hombres y mujeres de Thun se acercan a las panaderías muy temprano en la mañana buscando pan esponjoso y abundante en nueces y semillas de amapola, girasol y ahuyama. En el mercado del centro los cultivadores llevan frutas y verduras producidas bajos rigurosos estándares orgánicos, por las que muchos pagan gustosos sin reparar en precios. Los dos castillos que dominan la vista cerca al centro, pequeños y coloridos, portan emblemas del oso, símbolo del cantón bernés. ¡Cuántas feroces guerras se libraron en tan apacible escenario!

El río Aare, que en verano trae en pequeños flotadores a la gente desde Berna, inunda de aguas verdes y azules el lago Thun. Desde allí, las canoas y botes turísticos navegan hacia la zona entrelagos, Interlaken, donde se está cerca de Jungfrau y se disfruta de un colorido paisaje glaciar.

No hay tradición de fastuosidad, derroche y opulencia entre los antiguos hidalgos suizos. Sencilla arquitectura, modestos aposentos y murallas eficaces se conservan hoy en un paisaje que pareciera describir un mundo de fantásticos cuentos infantiles. Dentro del casco antiguo de Gruyeres, hoy alternan edificios medievales de la época fundacional con restaurantes modernos de fondue.

En las calles del pueblo hay señales visuales, tal vez, olfativas para el mes agudizo, que conducen a la fábrica de queso. Geométricas, las piezas circulares del insigne producto local se alinean en filas y filas de estanterías visibles a través, del vidrio sellado de la bodega. Se trata de un abrebocas para quien desee pasar las horas aprendiendo a hacer el queso de forma tradicional. 

Un tren desde Gruyeres o una caminata de una hora entre montes, riachuelos y pastizales lleva hasta Broc. Hace u par de siglos, maestros chocolateros de Italia y Alemania se instalaron cerca de esta zona para  agregar cacao a las caudales de agua y leche. Hoy, la gente de Broc, un diminuto pueblito de 2.000 habitantes es vecino de la fábrica Nestlé y de la mansión del chocolate Cailler. Allí, luego de esquivar muros y canastillas repletas de chocolates en combinaciones imposibles, el viajero huye por un momento para adentrarse en un museo animado de la tradición cacaotera. Filas de visitantes esperan ansiosos luego su turno para introducir su mano en los sacos de cacaos tostados de Venezuela, Guatemala y Guinea, y degustar así las formas primigenias. Pronto los dedos se sumergen en pilas de almendras, avellanas y otras nueces, para imitar en el paladar la transformación que a la vez, observan en vivo a través, de su recorrido por la fábrica. Al fil todos atraviesan un cuarto de degustaciones, donde prueban muchas de todos los tipos del chocolate suizo.

En Murten, cerca del lago del mismo nombre, han rescatado por igual centenarias tradiciones, edificaciones y folklore. Entre las calles de esta ciudad fortaleza, dominada por un castillo medieval, se erige hoy un molino neolítico, se develan rutas romanas y se conservan leyendas de valientes héroes locales.


Al otro lado del país, en Chur, se recitan con gracia las aventuras de Jorg Jenatsch, aquel que se atrevió a cambiar de bando en plenas guerras religiosas del siglo XVII. Desde Chur y hacia el sur-oriente  las carreteras de la montaña zigzaguean hacia lo alto, revelando en cada curva pequeñas fortificaciones abandonadas. Por siglos, los dispersos asentamientos suizos aprovecharon los caminos romanos con el fin de crear redes de vigilancia para sus valles estrechos y evitar desagradables sorpresas militares de los pueblos más ambiciosos. Aún hoy, los campesinos aprovechan las rutas para bajar de las montañas cargados de quesos, y llevar sus vacas a pasar el invierno en las zonas llanas, a veces en medio de flores y festividad.
 
El frío de invierno y la nieve en abundancia son noticias alegres en esta parte del mundo. A la sombra de grandes centros de deportes invernales como Davos y St. Moritz, los niños aprenden a bajar en grandes velocidades en trineos, apenas sujetos a una cuerda, por las congeladas pistas de Bergun. Los suizos caminan de nuevo por unos meses sobre blanco, como escapado ansiosos del gris asfáltico de la vida moderna. Esa vida que mantiene aún para el mundo la simpleza pueblerina de la montaña como el secreto más insospechado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario