En
esta oportunidad llegan desde Israel, país de inmigrantes, recetas y sabores
variados. Recorrerlo de norte a sur y degustar su comida equivale a probar la
gastronomía de medio planeta.
Israel,
donde se unen los sabores del mundo.
Quienes han estado por primera vez en una boda israelí
coinciden en algo: se sorprenden al ver la cantidad de platos preparados.
Además de los novios, la comida es
protagonista. En una sola mesa es posible encontrar flautas de harina rellenas
de carne con salsa marroquí, rollitos de arroz envueltos en hojas preparados de
acuerdo con una receta rumana y la ensalada típica israelí con aceite de oliva,
trozos pequeños de pepino y tomate o kebab, esas bolitas de carne sazonada que
conocen bien los turcos.
Lo que ocurre entre mesas y manteles es un reflejo de
Israel: un pequeño país localizado en
Oriente Medio al que llegaron inmigrantes provenientes de más de 90 lugares. A
pesar de la variedad gastronómica, hay quienes se atreven a decir que no hay nada que realmente pueda
denominarse como cocina judía o israelí. Esto se debe a que las opciones
gastronómicas provienen de los países en donde estuvieron los judíos durante su
peregrinar de siglos y siglos por el mundo. Al viajar, llevaron con ellos su equipaje y, por supuesto, sus recetas.
Al estar en Israel se siente la pasión por la cocina.
Además de las bodas, la comida es protagonista en otras celebraciones
familiares, nacionales y religiosas. Si no es variada y en abundancia, el
evento no está completo. Es como si después de tantos siglos de persecuciones o
escasez, los judíos hubieran decidido llenar sus mesas de platos y
preparaciones para combatir los miedos y desafiar la adversidad.
Shuk Majané Yehuda |
La biblia describe a Israel como una tierra de cebada,
higos, trigo, uvas, granadas, aceitunas y miel. Sin embargo, este es un país
que ofrece mucho más que eso. El recorrido gastronómico puede iniciarse en
Jerusalén, específicamente en el mercado o shuk Majané Yehuda, que data de
1887. Es tal su vitalidad, que algunos lo consideran el corazón de la ciudad,
el sitio donde conviven todos sus personajes y emana su alma, su esencia. Sus
callecitas de puestos de frutas y
verduras y restaurantes ofrecen una variedad que fascina. Allí se encuentran
granadas rojas y enormes en los meses de septiembre u octubre, jalot en decenas
de variedades- pan que se come en shabat, el día del descanso judío- o jugo de
etrog un cítrico delicioso.
Pero esto es solo uno de las tantas delicias que
ofrece el mercado. Algunos de los habitantes de la ciudad creen que aquí se
vende el mejor rugelaj del mundo. Con este nombre se conoce a unas bolitas de
harina y de forma alargada rellenas de una pasta de chocolate cremosa.
rugelaj |
Muchos de los turistas que llegan al mercado prueban
también platos variados y étnicos: el
meoraw Ierushalmi, una mezcla de menudencias preparadas a la parrilla y que fascina a más de uno; el sabij, un emparedado de origen tunecino compuesto de berenjena o el injara, el pan etíope, entre otros.
meoraw Ierushalmi, una mezcla de menudencias preparadas a la parrilla y que fascina a más de uno; el sabij, un emparedado de origen tunecino compuesto de berenjena o el injara, el pan etíope, entre otros.
Otra de las atracciones del shuk son los puestos de
especias donde parecen reunirse todos los aromas de la tierra: curry, azafrán,
clavos, canela, paprika, laurel, tomillo y una lista de polvos y preparaciones
para cocina que se hace interminable.
Uno de los restaurantes más visitados es Ima Kube,
donde se venden los llamados kube, unas bolitas rellenas de carne o verduras de
origen kurdo o iraquí que se comen con sopas o ensaladas. En este sitio es
difícil encontrar una silla vacía. Al estar localizado en una ciudad donde la
mayoría es judía y sigue los preceptos religiosos, buena parte de la comida que
aquí se vende es kusher, es decir, sigue los preceptos del judaísmo. Por esta
razón no se ven tiendas que vendan cerdo o mariscos.
Por las callecitas estrechas del Majané Yehuda también
es posible encontrar restaurantes como Azura, que ofrecen shakshuka, una
preparación con huevos, tomates y especias. Otros como Basher tienen una
variedad tan amplia de quesos que parece irreal. Pero este no es el único mercado
que es visitado asiduamente en Israel. Aproximadamente a 45 minutos de
Jerusalén, la llamada ciudad santa está Tel Aviv, localizada a orillas del
Mediterráneo. Esta urbe es reconocida por la variedad de restaurantes, muchos
de los cuales, sirven todo tipo de platos sin ajustarse a los preceptos de la
religión. Además de la comida local o de Oriente Medio como el falafel- bolitas
de garbanzo- o el shwarma – trozos de carne de cordero, pollo o res- , ofrecen
desde arepas colombianas hasta tapas españolas. La personalidad de ambas
ciudades se refleja en su comida. En Jerusalén se encuentran preparaciones
exquisitas ceñidas a la alimentación religiosa, mientras que en Tel Aviv las
opciones gastronómicas no se rigen muchas veces por ningún canon. Lo único importante
es el disfrute.
Para los que prefieren el verde y la tranquilidad
lejos de las grandes ciudades, el norte del país cuenta con restaurantes en
medio de las montañas o bosques donde se venden ensaladas enormes, panes con
cereales y harinas variadas o carne preparada al estilo suramericano que se
acompaña con buen vino.
Y es que recientemente Israel se ha convertido en
participante y ganador de certámenes vitivinícolas europeos. De acuerdo con los
historiadores, el país tiene una tradición de aproximadamente 5.000 años en
producción de vinos. Aunque en un principio la bebida se usaba exclusivamente
para fines religiosos, hoy es también elixir de las fiestas. Se organizan
festivales y sus productores participan en concursos. Incluso hay una ruta que
siguen los turistas y en la que pueden degustarse los vinos de más de 200 cavas
y empresas productoras.
Todo esto ocurre en
este país tan pequeño
de Oriente Medio
en el que comer y
beber
es tan importante
como la vida misma.