jueves, 6 de septiembre de 2012

Ojalá la escucharan sus 30 millones de seguidoras


Anastasia como mujer, no solo es construida desde una posición de inferioridad física e intelectual con respecto al hombre sino que existe y vive gracias al hombre y se siente validada cuando la valida el hombre. “¿Por qué eres tan insegura?”, le pregunta Christian Grey a Anastasia. “No deja de asombrarme. Eres una mujer joven, fuerte, independiente, pero tienes una muy mala opinión de ti misma”.

Si estoy hablando de Anastasia Steele y Christian Grey, los conocemos por su relación poco común, hemos visto sus vidas en la trilogía descrita como “un Crepúsculo para adultas”  de la escritora inglesa E.L. James.

Es el fenómeno de la literatura erótica moderna, la autora reconoce que se inspiró en la saga de vampiros de Stephenie Meyer para escribirla. Y es que ambos fenómenos editoriales tienen, a fin de cuentas, el mismo conflicto y los mismos protagonistas: una mujer aniñada y acomplejada que, a pesar de sí misma, termina en un romance con un hombre fuerte y poderoso que, a pesar de sí mismo, podría hacerle mucho daño, el papel del sumiso y del amo.

No pretendo hacer una apología ni una reflexión política de esta experiencia, hay obras maravillosas, verdaderamente oscuras y literarias, escritas por mujeres y sobre mujeres que encuentran el placer en la humillación y sumisión sexual, como La historia de O de Pauline Réage y La pianista de Elfriede Jelinek, novelas ambas que plantean la pregunta sobre la felicidad de la sumisión.

Sin embargo sorprende lo que escandaliza a Anastasia y lo que no la escandaliza: que solo vea la violencia en el azote y no en la dinámica de su relación. “En el fondo”, dice ella, “lo que me tira para atrás son las varas y los látigos”. No la inmuta la condescendencia con que la mira Grey, ni el miedo que le da ni las amenazas que le hace.

En Crepúsculo, el vampiro Edward Cullen tiene poderes sobrenaturales y, si bien aparenta 17 años, en realidad ha vivido más de cien. Christian Grey, por su parte, tiene poder económico y parece, según Anastasia Steele, “un viejo precoz”. Ambos advierten a las protagonistas lo peligrosos que pueden ser –el uno por vampiro y el otro por sus oscuras prácticas sexuales– y ambos salvan a las jóvenes de morir en un momento dado.

¿Qué puede significar que 'Cincuenta sombras de Grey' sea el libro para adultos más vendido de todos los tiempos y que su protagonista, Anastasia Steele, sea considerada por innumerables medios y lectoras como “una voz significativa de generaciones de mujeres”?

Anastasia Steele, de 21 años, dice “sexo” y se ruboriza. En Cincuenta sombras de Grey, la protagonista de la trilogía que ha vendido 30 millones de ejemplares en todo el mundo, la joven que, según distintos medios, “se está volviendo una voz significativa de generaciones de mujeres”, se describe así: “Soy torpe, desaliñada y no soy rubia… La inseguridad me mortifica… Me miro en el espejo y frunzo el ceño, frustrada”.

Al inicio de la historia es virgen. Nunca se ha emborrachado ni masturbado y básicamente considera que cualquier persona es mejor que ella: su amiga Kate, quien no sólo tiene un Mercedes y no un Volkswagen Escarabajo como ella sino que además es guapa, fuerte y convincente; las rubias y vigilantes que trabajan en la empresa de Christian Grey, y, por supuesto, el mismo Grey, el hombre más hermoso del planeta, demasiado hermoso para ella.

Para Anastasia, Grey es “todo un Macho Alfa… Sorprendentemente fuerte, musculoso… Un mega triunfador… Un maniático del control seguro de sí mismo”. Él tiene brillantes ojos grises, perfilados y sensuales labios, dientes blancos y perfectos, unos dedos muy largos y, por supuesto, lo que no podía faltar: un miembro largo, duro y blando a la vez.

Descritos los personajes, podemos condensar la trama de Cincuenta sombras de Grey, el primer volumen de la saga de la inglesa E.L. James; de la siguiente manera aquí vale la pena recordar que el libro ha sido descrito por The Daily News como una “exitosa combinación de historia romántica y juego erótico de alto voltaje”:

- La joven literata Anastasia Steele entrevista al joven billonario Christian Grey para un periódico universitario. Ella queda fascinada y se pregunta por qué: “¿Porque es guapo, educado, rico, poderoso?”.

- Christian la busca –por momentos la persigue– y le “salva la vida” un par de veces.

- Anastasia se pregunta una y otra vez si un hombre como Christian podría interesarse en una mujer como ella. Esta duda se debe en gran parte a que Grey la mira con una expresión impenetrable constantemente, en ocasiones dos veces por página.

- Christian invita a salir a Anastasia –la lleva, por ejemplo, de Portland a Seattle en un helicóptero– al tiempo que le aconseja mantenerse alejada de él porque sus gustos son muy peculiares.

- El misterio sobre los gustos y “la oscuridad” de Grey finalmente se devela: el joven es un “amo” y quiere que Anastasia sea su “sumisa”.

- Anastasia lee sobre sadomasoquismo en Wikipedia. Se pregunta si es una sumisa y si está capacitada para ofrecerle a Grey su sumisión total. Él, por su parte, intenta convencerla: “Si fueras mi sumisa no tendrías que pensar”.

- Anastasia, entre tanto, pierde la virginidad. Según ella, “hace el amor” con Christian. Según Christian, “follan duro”.

- Y si bien Christian es “la primera vez” de Anastasia, también Anastasia es, de otro modo, la primera vez de Christian (y esto es lo que le da el toque romántico a la historia): la primera mujer con la que él amanece, la primera mujer que presenta a su familia, la primera mujer que sube a su helicóptero.

- Anastasia decide ser “sumisa”. Vienen varias escenas de sexo (todas muy bien logradas por la autora) en las que ella es una auténtica marioneta y él es el maestro titiritero.  

- Anastasia decide dejar a Christian luego de que él le pega seis latigazos en la espalda bajo su propio consentimiento. Termina el libro pensando que el dolor de dejarlo es mucho peor que el dolor de la flagelación.   

Pongamos a un lado, por un momento, lo que ocurre en la cama y centrémonos en la manera como se relacionan Anastasia y Christian, en lo que narra y piensa ella cuando está con él. Algunos ejemplos: “Siempre me pregunto si soy digna de él… Él me mira entre divertido y condescendiente… Me amenaza en un tono moderado… Me das miedo cuando te enfadas… Me aterra demostrarte algo de afecto por si me riñes o, peor aún, me pegas”.

Así mismo, Anastasia jadea involuntariamente cuando ve al hombre y se siente como una niña descarriada cuando él la regaña. Y la regaña con frecuencia: cuando no come, cuando anda con el pelo mojado, cuando maneja el Volkswagen y no el carro último modelo que le regala. Christian pide por ella en los restaurantes y mil veces le exige no morderse el labio porque el gesto lo excita. Una y otra vez ella obedece y a ninguno de los dos se les ocurre nunca que Grey podría, digamos, echarse agua fría en lugar de pedirle que deje de morderse.

Y yendo ahora a la cama, al “juego erótico de alto voltaje”, y reiterando que las escenas de sexo están muy bien narradas, vale la pena hacer mención de los límites infranqueables que Grey y Steele acuerdan en el contrato que los vincula como amo y sumisa: actos con fuego, corriente eléctrica, orina, defecación, excrementos, agujas, cuchillos, perforaciones, sangre e instrumental médico ginecológico; actos con niños y animales; actividades que puedan dejar marcas permanentes en la piel o que impliquen control de la respiración.

Bajo el contrato, entonces, lo que le hace Christian a Anastasia es lo siguiente: le amarra las manos con su corbata en un momento, le venda los ojos y le pone unos audífonos con música clásica en otro, le mete muy despacio unas bolas de plata, le pega suavemente en las nalgas y el clítoris y, al final, en la última escena, le da los seis latigazos antes mencionados.

Por su pasado y prácticas sadomasoquistas, Anastasia considera que Christian no es normal: lo llama monstruo, depravado y pervertido. Pareciera pues que, a la hora de investigar en Wikipedia sobre la dominación y la sumisión, la joven no leyó que, desde hace años, el sadismo y el masoquismo dejaron de ser considerados perversiones o trastornos mentales desde la clasificación clínico-psiquiátrica. Pero también hay que decir que lo que hacen Anastasia y Christian, y con excepción de la última escena, no es sadomasoquismo. Una creatividad mínima en la cama –cualquier posición distinta al “misionero”: arrodillarse para hacer sexo oral, tener los ojos tapados o las manos amarradas– no es sadomasoquismo.

Que sea este un momento para traer a colación la pregunta  que una periodista del Today Show le hizo hace poco a E.L. James –“¿Considera que su libro es revolucionario?”– y la respuesta que la autora dio: “No, en lo absoluto”.
Entonces…
 ojalá la escucharan sus 30 millones de seguidoras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario