Y es que es interesante hablar sobre tan antigua cultura y aún más si esta de "estrenis" con su museo nacional en una misión patriótica: recordar a cada uno de sus visitantes que están en un país milenario que, aunque se ha visto amenazado varias veces, ha logrado mantener su cohesión y espíritu que hoy lo hacen merecedor de un trono dentro del grupo de potencias mundiales; Se acuerdan de Ana Lucía? creo que siiii... estuvo con una muestra de la cultura Inca en el Museo Nacional de China y me contó sus pormenores.
Desde 1959 la misión era clara: servir de refuerzo nacionalista. En ese entonces, su estructura comunista –que en China tiende a replicar el estilo romanesco de grandes columnas- albergaba dos museos: el de historia nacional y el de la revolución. Entre objetos arqueológicos y artísticos de la vieja China y retazos coloridos de la lucha impulsada por Mao Zedong, se narraba un imaginario coordinado por el timonel de la República Popular China, el Partido Comunista. Sin embargo la realidad fue más rápida que la historia y el museo adquirió un aspecto anacrónico que no cuadraba con la imagen de un país moderno de la era de Deng Xiaoping.

Ambos museos fueron integrados en uno solo y que visto en conjunto transmite un mensaje aún más solemne: China es un país que gracias a la revolución conserva con orgullo sus 5.000 años de historia.

Tampoco podía fallar en impresión y potencia. Fue construido y diseñado para ser el más grande del mundo, con 192.000 metros cuadrados. Martin Roth, director de los museos estatales de Dresden y consultor informal para el Museo, afirmó al New York Times que varias veces lo llamaron preguntando las dimensiones del British Museum y el Louvre, aunque este último lo supera contando los espacios exteriores.

Museo visto desde la plaza Tiananmen |
Es uno de los pocos museos del mundo que abiertamente se perfila como la síntesis de un artificio en la historia. Su parcialización es tan evidente que no tiene intención de ser sutil o aceptar contradicciones. Otros museos revolucionarios en el mundo cumplen este rol, pero pocos han mezclado objetos antiguos y modernos con tal intensidad para narrar la historia desde una misma mirada: la del Gobierno.

“El camino al rejuvenecimiento” como es llamado el recorrido de China contemporánea es la cúspide. En su prefacio se avisa: “la exhibición resalta la historia gloriosa de China bajo el liderazgo del Partido Comunista de China” y efectivamente lo es.
Las fuerzas imperialistas y el gobierno autocrático de la Dinastía Qing habían castigado a la nación. Los primeros rebeldes, mártires y líderes del pueblo son el ideal nacional y sus acciones llevan al visitante a recorrer rápidamente las décadas de luchas y revoluciones de forma valiente.
Las secciones dedicadas al Chairman parecen una reivindicación al padre de la patria, tan fácilmente olvidado en un país cada vez más monetizado. Su imagen, sonriente y pensativa, sobresale por encima de cualquier atrocidad cometida bajo su mando. No hay referencia a los 20 millones de muertos de hambre que dejó el “Gran salto adelante” ni explicaciones de los castigos injustificados durante la Revolución cultural. Un cuento amoldado a un discurso formal y rígido del Partido Comunista, incluso a pesar de que varios líderes dentro del Partido han reconocido estos errores pasados. Prima la versión de una nación que se “rejuvenece” y que comienza la verdadera lucha para salir de la miseria y la humillación.
Es un camino decididamente glorioso. Cuando se presenta en la línea cronológica el 1 de Octubre de 1949 –fundación de la RPC- el visitante llega al cielo. Pero no azul sino rojo. Bandera enorme, escudo imponente, un gran retrato de Mao dando su discurso a la plaza y hasta el mismo micrófono con el que habló. La única gran ventana en toda la exhibición estratégicamente se encuentra allí y desde ahí se puede ver directamente la misma plaza que se replica en la sala. La historia es real, existe, y aún se siente. Sino se cree, solo basta con mirar hacia fuera.
Los sesenta años de la RPC se presentan como un camino de evolución y pujanza. La fuerza del orgullo nacional es tal que los visitantes generales del museo esbozan sonrisas de vez en cuando: cuando ven las armas capturadas a las fuerzas japonesas en Nanjing, cuando ven los uniformes destrozados del ejército francés, cuando ven el barco con el que se transportaron los soldados del Ejército de Liberación del Pueblo. Luego, la tecnificación. Sonrisas de gente trabajadora, industrialización del país, exploración científica, construcción de grandes obras y los primeros productos hechos en China. En adelante, un futuro pujante de un país que comienza a convertirse en actor internacional. Presidentes, regalos diplomáticos y acuerdos internacionales. Cambios económicos y cambios políticos que configuraron la China que hoy en día logró amoldar las prácticas mundiales a sí misma, sin perder sus propias características.
Es un recorrido por la historia que cumple lo que se promete al inicio de la exhibición: “La Nación china está de pie firmemente al este, frente a un futuro brillante de gran rejuvenecimiento. El sueño tan deseado y las aspiraciones del pueblo chino muy seguramente se harán realidad”.
En su libro guía se habla de la fuerza de China y su independencia comercial, monetaria y socialmente del mundo, desde cuando era una unión de imperios. Actualmente (y hasta Octubre) se encuentra una exhibición de piezas de los Incas del siglo I al VII y que presentan figuras con definitivo parecido chino. Durante la inauguración de esa exhibición –a la que asistió el Ministro de Cultura de Perú- se resaltó la estrecha cercanía entre ambas naciones, desde épocas tempranas. La sugerencia que quedó en el aire fue la propuesta de una revisión histórica a los primeros visitantes de América. ¿Si puede reescribir la historia de su país, por que no puede hacerla con otros en su propio museo?
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