miércoles, 28 de septiembre de 2011

Tremenda historia, y no es fantasía: El cuaderno de Rutka

Bajo la ocupación nazi en Polonia y la segunda guerra en todo su torrente de ejecución; una niña de 14 años polaca y judía se aferró a su diario y a la esperanza de que un día la guerra terminase. ahora después de sesenta años, sólo quedan sus palabras.
1939, Rutka Laskier



Palabras sencillas sobre el descubrimiento del amor y el deseo, pero también palabras terribles de dolor, de miedo, ante la negra sombra que se estrechaba sobre ella.

Rutka Laskier, con sus catorce añitos nos cuenta en su pequeño diario lo que le gusta y lo que no sin ninguna pose ni adornos. 

Anne Frank
Otra Anne Frank? En realidad, no. Empezando porque Anna era judioalemana y vivió en Holanda, en su  diario íntimo, dejó constancia de los casi dos años y medio que pasó ocultándose, con su familia y cuatro personas más, de los nazis en Ámsterdam (Países Bajos) durante la Segunda guerra mundial. Su familia fue capturada y llevada a distintos campos de concentración alemanes. El único superviviente de los ocho escondidos fue Otto Frank, su padre. Anne fue enviada al campo de concentración nazi de Auschwitz el 2 de septiembre de 1944 y, más tarde, al campo de concentración de Bergen-Belsen, donde murió de tifus el 12 de marzo de 1945, pocos días antes de que éste fuera liberado. En 1947, apenas dos años después de terminada la guerra, Otto Frank publicó el diario bajo el título “La casa de atrás” (en neerlandés, Het Achterhuis).

1938, Rutka y su hermano Henius
Rutka  no es una niña escondida, no espera nada. Está al corriente. Sabe que todos morirán, como lo saben sus amigos con quienes pasea por las calles del gueto. Sabe que su muerte lleva el nombre de Auschwitz.

Auswchitz, en las afueras de Cracovia, una de las dos grandes ciudades polacas, muy cerca de Bedzin. Conoce todo sobre las cámaras de gas. Día a día ve desaparecer a familias enteras y la muerte violenta infligida al alzar en las calles, como la de aquel niño con el cráneo aplastado o la del anciano que yace en el suelo.

Escribe tan desgarradoramente en un párrafo y que deja demasiadas cosas que pensar aún hoy después de tantos años y en mentes sensiblemente humanas:

 “Dios mío, ¡ay, Dios mío!, ¿Qué será de nosotros? Bueno, Rutka, has debido de volverte completamente loca: ¡clamas a Dios, como si existiera!  Si Dios existiera no permitiría que seres humanos fuesen arrojados vivos a hornos crematorios… pero todo esto no es nada mientras nos libremos de Auschwitz… del final… ¿Cuándo llegará?”.

Este trozo de su vida es cruel, es triste, es melancólico pero la muestra viva, se agarra a la existencia dentro del gueto, de donde no puede salir.

Portada del pequeño libro
Esta hermosa niña de rostro racial, mirada decidida, intransigente, habla con Stanislawa Sapinska, una joven polaca, seis años mayor que ella. Le dice en secreto que esconderá su cuaderno debajo de un peldaño de la escalera de la casa donde vive, que pertenece a los padres de Stanislawa, pero los nazis la requisaron en 1940, cuando crearon el gueto.

Así hoy, más de sesenta años, este cuaderno sale a la luz pública. Tal como habían acordado, cuando Rutka se fue, Stanislawa lo encontró y lo guardó en un cajón, igual que se guarda un anillo, una pulsera, el recuerdo de una amiga perdida para siempre.

He leído sobre el holocausto, sobre los judíos, sobre Anne Frank  había dejado el tema a un lado, guardado en mi memoria, la vida lo hace a uno mirar para diversos lados; ahora a mi hija le gusta también las historias de la Segunda guerra mundial y por casualidad ella se encontró en la librería este pequeño libro de pasta amarilla y con un retrato de Rutka. Al ver su foto el recuerdo de Anna Frank vino como rompecabezas a mi mente. Lean el cuaderno, conozcan a Rutka, una hermosa niña, valiente, fuerte para su edad, diría que madura, directa y frentera pero tenía miedo y lo describe sin ningún adorno y así como describe su temor describe la esperanza y la percepción del exterminio inminente:

“ Voy a intentar describir los hechos de ese día para poderlo recordar dentro de unos años, si no me deportan, por supuesto”.

 

El manuscrito de Rutka está en el
Museo del Holocausto Yad Vashen - Israel.

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