martes, 6 de diciembre de 2011

Un emotivo reconocimiento al arte contemporáneo


Con cuarenta años de producción artística y tres obras inéditas, el Museo de Arte del Banco de la República inaugura a partir del 7 de diciembre su gran retrospectiva de Óscar Muñoz, uno de los más importantes artistas contemporáneos de Colombia.

Óscar Muñoz empezó como dibujante. Tuvo su primer contacto con el dibujo muy temprano, en la escuela Bellas Artes de Cali, cuando cursaba quinto de bachillerato. Le gustaba dibujar con carboncillo sobre unas hojas de papel blanco. Cuando salió de Bellas Artes, hizo su primera exposición todavía muy impresionado por Darío Morales -quien había ganado el primer premio en la Bienal de Artes Gráficas- y por las pinturas de Luis Caballero. Con Pedro Alcántara, Fernell Franco, Eduardo Carvajal y Éver Astudillo, formó un grupo que se llamó Taller Gráfico de Cali, conocido como el 'Grupo de Cali', al que luego llegó María de la Paz Jaramillo, con quien realizó trabajos en serigrafía y grabado. Al Grupo lo unía el interés por el cine y por los fenómenos urbanos. Las ciudades crecían, eran los años sesenta y setenta, y los artistas querían registrarlo. De ahí los Malandros, de Óscar Jaramillo, la mirada interior de los teatros de Miguel Ángel Rojas, los billares de Fernell Franco, las prostitutas de Enrique Buenaventura. Y los Inquilinatos, de Óscar Muñoz, su primera señal de un estilo propio.
En la serie Inquilinatos Muñoz se interesó en dibujar las grandes casas que habían pertenecido a las clases altas de Cali, que por el proceso de expansión urbana terminaron siendo ocupadas por familias de estratos bajos. Para sus dibujos tomaba como punto de partida fotografías publicadas en periódicos o tomadas por Franco o por él mismo. Después hizo la serie Interiores, en la misma línea, en la que tomó modelos reales y, algunas veces, a su propia madre. En 
Uno de sus primeros dibujos para la Obra  Inquilinatos
aquellos dibujos aparecen ya algunos de los elementos que más adelante trabajaría en otros soportes: las superficies húmedas, el agua, la luz. "Sí, yo trabajaba en una serie de imágenes que, ahora me doy cuenta, tienen mucho que ver con cosas que he retomado y he vuelto a trabajar después. En muchos de esos dibujos ya existían los primeros indicios de lo que trabajaría con otro tipo de soportes. Ahí había unas superficies agrisadas que parecían fotografías. Estaban también los espejos, con figuras reflejadas en ellos". 

A finales de los setenta, luego de una exposición conjunta con Franco y Astudillo en el Museo La Tertulia, sintió que había llegado al final de un ciclo. Entró en una crisis personal que era también la del arte contemporáneo. "Con esa exposición, para mí, se acabó la fiesta". Llegó a la conclusión de que prefería una participación distinta del espectador, menos pasiva, menos contemplativa, mediante otros soportes. Quería acercase a los espectadores fuera del formato convencional del cuadro. Quería salir del ambiente de Cali, que empezaba a volverse asfixiante y ya no tenía el mismo ímpetu de antes, cuando estaba el Centro Sigmund Freud de Estanislao Zuleta, el Festival de Artes, la Ciudad Solar (un espacio colectivo experimental) de Miguel González y personalidades como Enrique Buenaventura, Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y Luis Ospina. 

Tardó años en salir de la crisis, pero salió. Su medicina fue la obra Cortinas de baño. Allí mostraba imágenes parecidas a Interiores -superficies húmedas, pisos deteriorados- pero con soportes reales. Cortinas de baño en las que se podía ver a una mujer agachada recogiendo una toalla, y la sensación de vapor, de agua caliente, de ducha. "Ya el espacio no era tan importante pues el mismo cuerpo impregnado en la cortina sugería nuevas sensaciones. Las cortinas tenían un proceso muy particular: en la cortina había un dibujo de un cuerpo humano, y desde la parte de arriba de la cortina, había una regadera que iba goteando agua, la cual, al escurrirse por la cortina, alteraba la tinta, el cuerpo, generando esa misma distorsión que el vapor de agua genera en las cortinas de baño en la realidad. Al final, la tinta quedaba impresa en la cortina, con un cuerpo diferente al que inicialmente había dibujado el artista". 

Luego vendría la serie Levantamientos, en la que Muñoz realizó un frottage de grafito con papel. Quedaba claro su interés en mostrar la vulnerabilidad del soporte. Y seguiría la búsqueda. Ambulatorios: un gran mapa fragmentado de Cali en un espacio de 48 metros cuadrados dentro de un marco de metal. El mapa, protegido por un vidrio de seguridad estallado, podía ser pisado por los transeúntes. Narcisos: autorretratos en polvo de carbón con un tamiz de agua que son alterados por la evaporación y los factores ambientales. Aliento: hay varios espejos en la pared y cuando el espectador se acerca y respira sobre ellos, el vaho de su aliento hace aparecer rostros de personas que ya murieron. Re/trato: una cámara de video muestra una mano que va pintando un rostro sobre una losa caliente por los rayos del sol. El rostro se va evaporando mientras que la mano intenta repetir el dibujo una y otra vez. 

"No veo mi proceso como una línea hacia adelante. Lo veo como una serie de rodeos donde todo vuelve y a lo mejor todo se parece, pero no es igual. Hay varios intereses que van y regresan en mis obras. Por ejemplo, ahora mis últimos trabajos, 'Impresiones débiles', en donde hago serigrafías en polvo de carbón de imágenes en prensa, se me parece a 'Tiznados', que hice después de las cortinas en los ochenta y que eran blancos y la materia del polvo de carbón era protagónica. Me interesa el instante y los procesos que se dan para que una imagen pueda consolidarse".
De ahí el título de la retrospectiva escogido por los curadores: Protografías. Lo que está antes de la fotografía, antes de que la imagen se fije. Una palabra que tal vez resume el gran tema de Óscar Muñoz a lo largo de su carrera. La imagen que no está fija y es frágil y perecedera como la memoria, como el arte y sus materiales, como la vida. Pero la interpretación quedará a juicio de los visitantes al Museo de Arte del Banco de la República, porque a Muñoz, fiel a su convicción de la participación de los espectadores, le interesa "que existan otras lecturas, que la obra sea abierta". 

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