En la primera entrega podemos encontrar autores que logran una narrativa llamativa para contar hechos imaginarios acompañados por reales tanto así que hasta el sol de hoy están vigentes en la literatura latinoamericana.
UN ASUNTO DE SEXO Y RELIGIÓN:
Al revisar los expedientes de censura da la impresión de que los lectores oficiales estaban más interesados en tachar los pasajes que juzgaban escandalosos que en hacer lecturas cuidadosas de los textos. Tal vez por eso los temas más sensibles eran el sexo y la religión, y en menor medida la política y el uso del “buen castellano”.
Libro de Álvaro Mutis |
Libro de Gustavo Alvarez G. |
El adulterio era otro tema arriesgado. Catalina de Elisa Mújica se salvó porque su historia de una mujer empujada al adulterio tras ser rechazada por ser estéril termina con el arrepentimiento de la protagonista. Asimismo, Los laberintos insolados de Marta Traba se salvó no solo por estar escrito en “el buen castellano de Colombia y con notable originalidad y enjundia poética”, sino también por las circunstancias en las que ocurre el adulterio de su personaje. Para su censor, la novela era permisible porque “psicológicamente no estaba vinculado el adulterio por la lealtad de un primer amor”, porque el protagonista lo comete con una mujer desconocida y porque el ambiente de hotel parisino es menos sórdido.
DE LITERATURA Y POLÍTICA:
Libro |
En otras ocasiones el problema no era el contenido, sino el contexto. La rebelión de las ratas, la novela más conocida de Fernando Soto Aparicio, fue autorizada en 1962 tras otra acalorada discusión entre los censores. Por esos días se llevaba a cabo en la provincia española de Asturias una feroz huelga minera, que fue uno de los mayores retos de orden público que enfrentó Franco. En efecto, un duro primer informe recomendaba no publicar el libro por las similitudes de su trama con la situación política del país.
Libro |
En su juicio la novela no era “nada oportuna” porque “si bien está limpia de ‘mala intención’, haría el ‘caldo gordo’ a la propaganda comunista de estos días”. Su conclusión era tajante: debía denegarse por los “nada saludables resultados de su lectura en los tiempos que corren”. Finalmente terminó ganando el pulso la opinión de otro censor, quien la declaró “limpia de demagogia y llena de acentos cristianos”. A veces los lectores franquistas hacían gala de un sentido del humor perverso. El espejo sombrío de Soto Aparicio fue permitida porque se pensó que no circularía ampliamente debido a su “pobreza argumental” y su “exceso de verbalismo poético poco al alcance de la masa”. La novela fue finalmente autorizada, siempre que se hicieran diez tachaduras. Entre los fragmentos eliminados había uno que decía que “la censura es una de las monstruosidades que persisten como resaca de los viejos perjuicios para deformar la libertad”. La censura para ocultar la censura.
Pero el tiempo ha transcurrido, Franco y sus censores ya están bajo tierra en su mayoría pero las letras, las frases y los libros siempre quedan y aún más cuando son buenos trascienden en la historia de un pueblo, los invito a que volvamos a leer estos clásicos irreverentes pues en su mayoría todos aquellos que pasamos por la escuela secundaria tuvimos "la tortura o la fortuna de leerlos".
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