viernes, 28 de octubre de 2011

BOOM LITERARIO LATINOAMERICANO, Tercera entrega:

¿Pero cuál es la explicación de la importancia de García Márquez?

Buena incógnita para darle una sustanciosa y exquisita respuesta, acorde a mis gustos;  este autor no sólo ha tenido el talento de concebir una visión propia y original de América Latina sino que esa visión ha sido tan exitosa y persuasiva que ha terminado por confundirse con la realidad: Y eso no es cualquier cosa. Hoy no es extraño que nosotros mismos nos concibamos como descendientes de la estirpe de los Buendía o hijos de Macondo, y muchas veces advertimos la presencia del colombiano en la vida diaria del continente.  Es decir, reconocemos y definimos nuestra tierra con el rótulo de García Márquez.

Esa realidad macondiana la vemos a diario, pero nadie antes de García Márquez la había rescatado de la banalidad de lo cotidiano ni la había elevado a las cimas del arte universal. En otras palabras, a pesar de estar a nuestro alrededor, nadie antes que él la había vuelto visible, y por eso no éramos conscientes de las particularidades mágicas, insólitas o fantásticas de ella. Esa es la diferencia, y ese es su mayor aporte a nuestra cultura.

Si hoy interpretamos nuestra realidad como macondiana, es gracias a la literatura de García Márquez, y no al revés. Este conjunto de textos tuvo la fuerza de imponer una manera nueva de percibir nuestro espacio. Se trata de una obra espejo, mediante la cual los habitantes de América Latina nos identificamos y nos reconocemos. A veces, inclusive, es tan poderosa la suplantación, que al caminar por el  continente en vez de ver el mundo tangible, lo que vemos es el ámbito de García Márquez y entonces decimos:”Esto es Macondo”.

Muchos autores han retratado la insignificancia del hombre anónimo frente a las apabullantes maquinarias burocráticas, los regímenes totalitarios o los laberínticos engranajes del poder, pero por algo será  que sólo asociamos esas situaciones con la obra de un autor nacido en Praga, y entonces las definimos con kafkianas. Igual sucede con Dante, Shakespeare, Lorca, Orwell, Faulkner, Borges, artistas que han logrado retratar un aspecto crucial de la realidad o de la condición humana hasta el extremo de convertirse en puntos de referencia de ese aspecto fundamental; por eso cuando describimos una situación como kafkiana, quijotesca, dantesca o borgiana, no tenemos que agregar nada más, pues basta mencionar uno de esos nombres para condensar todo un mundo, para resumir un concepto, expresar una idea y comunicar lo que queremos decir. De la misma manera muchos autores han narrado aspectos cruciales de la realidad latinoamericana, y nos inclusive han enfatizado su talante desmesurado, fabuloso o mítico, como Alejo Carpentier,  pero por algo será que no denominamos esos aspectos según las obras de esos escritores, y en cambio no dudamos en utilizar para ello el vocablo MACONDIANO, y aquel nombre resulta suficiente para resaltar uno de los rasgos más distintivos de la vida en América Latina: su carácter desbordante, surrealista o fantástico.

El valor de García Márquez no se limita a su visión original de América Latina; como todo gran novelista, ha creado un mundo propio. Su genialidad  no ha consistido en reflejar solamente la realidad, sino en aportar otra: LA SUYA. Las grandes novelas reflejan aspectos de la vida, la condición humana, nuestras pasiones y nuestros paisajes, pero tal como lo ha señalado Mario Vargas Llosa en diversos ensayos, su auténtico valor radica en lo que añaden. Y las de García Márquez lo que añaden e un mundo verbal autónomo, original y convincente, rico en personajes, imaginación y sucesos significativos, que además ilumina, con el misterioso fulgor de las obras de arte, el mundo real.

Como si todo lo anterior no fuera suficiente, García Márquez  ha escrito más de una obra que parece bordear la perfección. Libros completos, redondos, sin fisuras ni resquicios, de técnicas magistrales y estructuras inexpugnables a los que aparentemente no les falta ni un punto ni les sobra ni una coma.

Por último, siempre he creído, medio en broma, que la calidad de un libro se puede medir por la cantidad de relecturas que puede soportar, en este sentido, CIEN AÑOS DE SOLEDAD  es un verdadero triunfo literario. Es una novela mágica y magistralmente escrita, que provoca leerla cuantas veces sea posible. Tiene 44 años de vida, pero ya irradia un aura eterna. Como sucede con Don Quijote, esta obra tiene la calidad necesaria para desafiar a futuros lectores, conmoverlos y hacerles latir más a prisa la sangre en las venas. En eso radica su éxito, pues encarna todas las virtudes de un clásico: ES UN LIBRO EN APARIENCIA PERFECTO, QUE VENCERÁ LAS PRUEBAS DEL TIEMPO.
1982, Premiación en Estocolmo

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